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La inauguración del monumento al Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles, por Mario Coronas

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El pasado 30 de mayo celebramos el centenario de la inauguración del monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el cercano Cerro de los Ángeles. En un reportaje anterior repasamos cómo era este primitivo monumento, destruido en la Guerra Civil. Hoy nos ocuparemos en conocer cómo se desarrolló el acto de la inauguración, con la presencia de las más altas instituciones del Estado. También podremos ver un vídeo con las imágenes que la prensa de la época publicó sobre el evento.

En la mañana del 30 de mayo de 1919 se verificó el acto de la solemne inauguración del monumento elevado en el Cerro de los Ángeles, por suscripción nacional, al Sagrado Corazón.

A las once llegó en automóvil de la Familia Real. Una compañía del regimiento del Rey, con bandera y música, desfiló por el paso que formaban las filas de sillas, desde la ermita de los Ángeles hasta el monumento, paso que había sido cubierto por una rica alfombra, así como todo el frente del monumento y el terreno que avanzaba delante de la tribuna regia. El Rey vestía el uniforme de capitán general, y cruzaba el pecho con la banda del Mérito militar roja. Llevaba también el Toisón de Oro, el gran collar de Carlos III y la venera de las Ordenes militares.

Tomaron asiento SS.MM. Alfonso XIII y doña Victoria en la tribuna, en unión de S. M. la Reina madre doña María Cristina, Infantes doña Isabel, D. Fernando y don Carlos. Las familias aristocráticas de toda España estaban situadas en el sitio de honor.

Al pie del monumento había un único estandarte, el de la Adoración Nocturna de Getafe, que tiene ese especial y alto derecho.

El episcopado tomó asiento en el mismo monumento, a ambos lados del altar. Frente al monumento, y al lado de la tribuna regia, tomaron asiento el presidente del Consejo, D. Antonio Maura, y los ministros de Haciendo, Gobernación, Estado, Fomento, Instrucción pública, Abastecimientos, Guerra y Marina, todos de uniforme y condecorados, ostentando diversas bandas, encomiendas, cruces, etc.

Al llegar los Reyes el público les ovacionó, dando vivas al Rey mientras las señoras agitaban sus pañuelos. El Rey se dirigió a pasar revista a la Compañía de Infantería y después volvió a la tribuna con los acordes de la Marcha Real.

El nuncio de Su Santidad subió las gradas del monumento y le bendijo.
Durante el acto y la misa que se rezó después en un altar colocado a los pies del monumento, el Orfeón del Círculo de San José y el del Sindicato obrero femenino cantaron el “Gloria in excelsisDeo”.

La misa fue oficiada por el obispo de Madrid-Alcalá, y posteriormente se leyó un telegrama de Su Santidad concediendo la bendición papal.
Finalmente el Rey dio lectura de la canonización. Subió al altar y la Familia Real se situó a los pies del monumento. Con voz vibrante y clara, Alfonso XIII comenzó a dar lectura al «acto de consagración» con el siguiente texto:

“Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la religión y en su adhesión a la Monarquía”.

El Rey bajó las gradas del monumento y esperó a que el cardenal arzobispo de Toledo, padre Guisasola, llevando el Santísimo Sacramento en una custodia de la Real Casa, se colocase bajo un soberbio palio, bordado completamente en oro, cuyos bastones fueron llevados por el Infante D. Carlos, el ministro de Guerra, y Grandes de España ante la mirada de millares de personas.

La procesión religiosa y la Familia Real se trasladó, tras el palio, a la ermita de los Ángeles. Uno de los frentes de la ermita estaba decorada con un tapiz de flores que había plantado el jardinero del Ayuntamiento de Getafe, D. Cecilio Rodríguez, que ofrecía un aspecto formidable.

En la ermita el arzobispo de Toledo dio a los fieles la bendición con el Santísimo. Las bandas del regimiento del Rey y del Ayuntamiento de Getafe tocaron la Marcha Real.

Terminada la bendición, SS. MM. y demás personas de la Familia Real, fueron despedidos entre grandes aplausos y vivas del público. El acto terminó con el mayor orden y los asistentes regresaron a Madrid en sus carruajes y en un tren especial que se puso al efecto.

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