Esta es la historia de dos niñas de diez años, que estudiaron en el colegio Buenos Aires y fueron convocadas a las míticas Olimpiadas Escolares de Pinto, que se pusieron en marcha en los años 80 del pasado siglo por parte de los técnicos del extinto Patronato Deportivo Municipal. Una propuesta que  en concreto se le encomendó a José Alberto Pacheco García, quién tenía un currículo deportivo envidiable, además de ser titulado en INEF.

Alberto Pacheco, junto a Salvador Fernández, dos personas que han hecho mucho por las Olimpiadas Escolares. Foto: J.J.L.C

La idea inicial era fomentar el deporte en la edad escolar a través de unos juegos que midieran el salto, la velocidad, los lanzamientos y la resistencia de los jóvenes pinteños de edades comprendidas entre los 10 y 13 años (5ª y 6ª de primaria). El recuerdo nostálgico de los promotores se fusiona en las instalaciones del antiguo colegio Onésimo Redondo (actualmente CEIP El Prado), que tenía como un artículo de lujo la pista de salto de longitud en el amplio patio del centro escolar. La logística preparada para este tipo de eventos, las famosas calles de atletismo se pintaron con los vetustos, pero eficientes carros de marcaje de campos de fútbol que se rellenaban con yeso blanco. Las banderas de salida eran unos palos con trapos atados en la base que a mano alzada daban la señal, quizás también, a la vez, con algún silbato de árbitro de fútbol. Soluciones del siglo pasado, que ponían sobre la mesa la creatividad y el ingenio de unos técnicos sobresalientes.

Cada año las Olimpiadas Escolares reúnen a unos 1500 alumnos de once centros pinteños. Foto: J.J.L.C

La chavalería que participaba en estas pruebas ponían todo su esfuerzo, en obtener el mejor resultado posible. El implacable cronómetro te daba un tiempo que evaluaba si eras o no el más rápido de la prueba y de las pruebas de los demás participantes. Igual, sucedía con los lanzamientos y saltos, ese metro con cinta amarilla y números en tinta negra, te hacía ser el héroe o el villano de la clase e incluso del colegio. Compañeros y adversarios de clase y colegio, eran los animosos espectadores que te alentaban mientras duraba la prueba atlética. Casi todos los espectadores animaban a todos los participantes, pero siempre estaban los menos elegantes que abucheaban a los atletas para enfadarlos y que perdieran la concentración. Del Onésimo Redondo (pruebas de salto de longitud) se unieron el Pabellón Municipal (hoy, Sandra Aguilar) en las pruebas de salto de altura y el campo de fútbol municipal (hoy, Amelia del Castillo) el resto de las pruebas, en 1991, tras la inauguración del coqueto pabellón (Sandra Aguilar) anexo al campo de fútbol.

Con el tiempo, la apertura e inauguración del Estadio Municipal Rafael Mendoza en 1997, se convirtió en el espacio mágico que permitía celebrar todas las pruebas en un lugar emblemático para el atletismo, calles numeradas y de tartán, con tacos de salida, césped natural para los lanzamientos de jabalina, red para lanzar el balón medicinal sin que nadie estuviera en peligro, colchonetas para salto de altura, en fin, una virguería de equipamientos, nunca vistas en Pinto.

Desde 1997 las Olimpiadas Escolares se celebran en el Estadio Rafael Mendoza. Foto: J.J.L.C

Nuestras jóvenes protagonistas, iban a participar en ese estadio, desconocían el mundillo del deporte, no eran muy aficionadas a la práctica deportiva de forma habitual. Pero cuando llegaron al estadio, algo les pareció mágico, ese ambiente ruidoso, animado, empático, entusiasta, donde además se escuchaba música a través de un equipo de sonido, moderno para esos tiempos, con un señor que con un micrófono en mano decía unas cosas singulares, cuando menos; Antonio Baños, personaje imprescindible y siempre presente durante las Olimpiadas, (también estuvo Iñaki durante varias ediciones). Las pruebas se medían, se cronometraban, y se anotaban. Así luego sabías cual era tu resultado y tu marca. El estadio se decoraba con banderolas, arcos de salida y meta, se les entregaban a los participantes, bebidas y fruta para hidratarse, los chavales se sentían protagonistas de unos Juegos Olímpicos en el que solo faltaba la presencia de la televisión.

En la foto podemos ver a Ileana y su hermana Iletse, las protagonistas de este capítulo de El Rincón de Cuchillo de ePinto. Foto: J.J.L.C

Iletse, con camiseta verde e Ileana, con camiseta amarilla (y azul), nuestras jóvenes protagonista, se unieron al grupo de compañeras que escribían y firmaban en el frontal de las camisetas, en las esquinas, en la espada, en los hombros, en cualquier espacio, cada vez más reducido debido a la gran cantidad de gente que pintarrajeaba cada camiseta, desde frases graciosas a simples firmas o dibujos. Estaba siendo un día feliz, sorprendente e interesante, les encantaba toda esa parafernalia, mucho más que competir en las pruebas, aunque el resultado de algunas pruebas las animó a festejar la marca obtenida. Por supuesto, esa camiseta quedaba para el recuerdo y era un trofeo particular, esa no se lava ni se estropea, se cuida. La llevaron durante todo el día, en la calle, en el parque con las amigas, acompañando a su mamá, se la pusieron dentro de la casa… donde fuera menester. Ese recuerdo, debía de perdurar con el tiempo y para ello se hicieron fotos, que ya empezaba a estar de moda los autorretratos o selfi, como se los conoce ahora. Desgraciadamente hubo dos años que la pandemia impidió que muchos jóvenes tuvieran la oportunidad de participar en las Olimpiadas Escolares.

Camisetas que son el mejor tesoro de las Olimpiadas Escolares. Foto: J.J.L.C

Y así, sucedió durante las XXXIV ediciones que se llevan celebrando este tipo de competiciones, en el que participan actualmente once centros escolares de Pinto, con más de 1.500 alumnos por edición, unos 33.000 se calcula (dato no concreto) y seis pruebas de atletismo en la actualidad. Muchas son las anécdotas, vivencias y recuerdos. Muchas son las personas que han pasado por allí, y además se percibe ese crisol de culturas de personas que han venido o que han nacido en este pueblo y que llenan de luz y diversidad, ampliando culturas, gestos, espacios, gastronomía y sonrisas, sobre todo eso.

Un evento made in Pinto. Foto: J.J.L.C

Lo que se busca en esas jornadas deportivas llamadas Olimpiadas Escolares, es generar tiempo de calidad, tiempo de compañerismo y compromiso, tiempo de vivir en compañía. Nuestras protagonistas, hermanas entre ellas, tienen edades diferente. Iletse, 33 años y madre de tres hijas. Por su parte, Ileana, tendría 24 años. No coincidieron en el mismo año, pero lo disfrutaron por igual. Los que tenemos la enorme suerte de vivirlas de cerca y vestir de corto por un día junto a los chavales, nos entusiasma como a ellos. Por un día volvemos a ser aquel niño que un día compitió en nuestras particulares olimpiadas pinteñas. El precursor de las Olimpiadas, Pacheco, ya no será el responsable de las mismas, pero se intentará que colabore como voluntario, al igual que lo hicieron antiguamente el club de atletismo Villa de Pinto y ahora el club Running Pinto, que se encarga de las labores de jueces de las pruebas. Salvador Fernández desde hace unos años ha recibió el testigo de la organización de las Olimpiadas Escolares, continuando el gran trabajo que realizó Pacheco, su ideólogo y alma mater de este proyecto.

Las Olimpiadas Escolares de Pinto, un evento único donde los más pequeños son los protagonitas. Foto: J.J.L.C

Las Olimpiadas Escolares de Pinto son un tesoro de todos los vecinos y vecinas de Pinto, un lugar donde, un evento donde todos hemos sido protagonistas por un día y eso es un sello de identidad de nuestro pueblo.

José Juan López Cuchillo.

El Rincón de Cuchillo (ePinto)

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