Esta es la historia del cruce de un personaje inventado, Pepito y otros personajes reales, que haremos que coincidan como un viaje en el tiempo, a golpe de pedal. Pepito era un niño chiquitito, nacido en los años sesenta del siglo pasado, al que le gustaba montar en bicicleta. Pepito tendría unos diez años e iba tan pancho y feliz montado en su bicicleta, comprada en Ciclos Sevilla, con el cuadro bajo de color verde, probablemente, de la marca BH (Beistegui Hermanos), de esas que tenían el manillar en forma de uve, con el manguito negro y los frenos uno a cada lado, un foco de luz atornillado al guardabarros delantero, que se iluminaba al pedalear girando una dinamo de botella.

La bici de Pepito, con su cuadro y horquilla de color verde. Foto: BH.

La horquilla de color verde, el sillín de imitación cuero en negro, y una rejilla trasera para sujetar objetos o subir algún “amigo pasajero”, y con las ruedas y la cadena típicas de esos años. Era una bicicleta de paseo con un nulo parecido a una bicicleta de carreras para competir que ya empezaban a verse por las calles pinteñas. Aun así, Pepito disfrutaba como un enano creyéndose Ocaña, Bahamontes, Tevenet, Indurain, Perico Delgado o el gran Eddy Merckx, cuando pedaleaba a gran velocidad por los caminos del barrio donde vivía. Le gustaba seguir por la radio o la televisión la Vuelta ciclista a España, El Giro, o el “Tur” de Francia, leído así, sin la grafía francesa.

Era muy común las actividades deportivas en Pinto relacionadas con el ciclismo. Foto: José Juan López Cuchillo / archivo municipal.

Pepito corría con su bicicleta por los caminos que discurrían por la barriada pinteña hasta llegar a lo que hoy conocemos como el campo de tiro de Pinto, acercándose hasta el vecino pueblo de Parla. No era, precisamente mucha la distancia recorrida, pero se lo pasaba requetebién. Para dominar al cansancio y evitar las pájaras montando en su bicicleta verde, ponía a prueba a su ingenio en la jerga ciclista como hacían los periodistas que seguían a la serpiente multicolor, narraba para sí mismo, la etapa ciclista en la que imaginariamente participaba él mismo como si fuera el mejor ciclista del mundo o como su vecino de Pinto, Alberto Contador, cuando subía los Alpes, de una manera que parecía fácil, siendo, una carrera que pone a prueba la resistencia de los ciclistas, ya sean aficionados o profesionales.

El señor Cañamón, en el centro con la vestimenta de líneas horizontales estrechas. Junto a Cáñamon están Pepe el Lego y Jerry Foto: José Juan López Cuchillo / archivo municipal.

Como a Pepito le encantaba tanto montar en bicicleta le compraron, por fin, una bicicleta de carretera, de color naranja, con su cuadro recto, el manillar de cuernos, un sillín ergonómico, con caja de cambios, calapiés… un lujo, ¡vamos! Pepito ya se sentía ciclista profesional, así que le llevaron a conocer al señor Cañamón, un enamorado del ciclismo, que residía en Pinto, y que le enseñó la dureza de los entrenamientos en la pesada bicicleta naranja. Nada tenía que ver Pepito, con algunos de los compañeros que pedaleaban bajo las directrices del señor Cañamón, cuyas bicicletas más ligeras y con mejores prestaciones superaban con mucho a la bici naranja.

El equipo Sanders era un mítico en aquellos años. Foto: José Juan López Cuchillo / archivo municipal.

Pero Pepito no se amilanaba ante nadie, él quería demostrar que era un ciclista de verdad y empezó a entrenar. Por primera vez, Pepito, pedaleaba sobre el asfalto con su flamante bici naranja, y entonces sintió en sus carnes el sacrificio del verdadero ciclismo, y eso que solo llegaron por los senderos de Gózquez hasta la entrada a San Martín de la Vega, regresando hacia Pinto. No fueron muchos kilómetros de recorrido, pero, ¡chico!, que Pepito sufrió de lo lindo, tanto que necesitó merendarse de inmediato un exquisito bocadillo de pan con algunas tabletas de chocolate La Colonial para recuperar la energía perdida.  

En la foto aparece Parrilla levantando un trofeo. Foto: José Juan López Cuchillo / archivo municipal.

Se acercaban las fiestas de Pinto y el ayuntamiento de entonces, convocó a la vecindad local a participar en competiciones ciclistas para jóvenes y mayores. Por supuesto Pepito, participó con su espectacular bicicleta naranja. Mejor no decir el puesto que ocupó entre la veintena de pequeños participantes. No recuerda quien ganó, pero posiblemente fuera Parrilla, con su gorra y el maillot de Motos Nieves, equipo parleño por el que fichó en esos años para competir, o alguno de los hermanos Martínez, Félix y Javi conocidos con el apodo o mote de Lego, a los que se les ve en fotografías posando con sus brillantes maillots del equipo con el texto impreso de “Sanders”. Chavales que apuntaban ya, maneras de vencedores ciclistas. Los adultos corrieron las pruebas ciclistas por las principales calles de Pinto, en las que participaban Faustino, Eugenio, y varios de los integrantes de la Agrupación Cicloturista de Pinto que, en 1984, fundaron un grupo de amigos. Otro gran equipo ciclista que veíamos pasar por las carreteras de Pinto era Ciclos Otero, legendario comercio de bicicletas y apoyo firme a los ciclistas madrileños. Era un lujo ver a esos briosos ciclistas ataviados con la vestimenta colorida de ciclistas semi profesionales, con el nombre de alguna empresa radicada en Pinto, como Montes León. Otras empresas locales y foráneas también aportaron valor al ciclismo de Pinto, identificándose en los maillots de los equipos que participaban en las carreras ciclistas.  

Prolegomenos de una de las pruebas ciclistas celebradas por las calles de Pinto durante las fiestas patronales. Foto: José Juan López Cuchillo.

Siguiendo la estela de García Márquez, y el realismo mágico, juntamos en el mismo periodo contemporáneo, en los años ochenta y pico (pero de edad muy lejana el uno del otro), a Pepito pedaleando junto a un joven chaval llamado Alberto Contador. Pepito, como muchos otros, nunca ganaron ni una sola prueba en la que participaron, a diferencia de el gran Alberto Contador, pistolero imaginario, que ha paseado a golpe de pedal el nombre de Pinto, por todo el mundo. Alberto estuvo charlando en la televisión de la gesta heroica protagonizada por Pepito, quien tuvo sus cinco minutos de gloria, al escaparse del pelotón, llegando a obtener una ventaja de tres minutos hasta que el líder del pelotón puso ritmo y le dieron caza a falta de una decena de metros de la meta. Le daba igual, para Pepito fue una hazaña espectacular, ni el gran Alberto pudo hacerle sombra. Estuvo lejos de cronos y podios pero que “le quiten lo bailao”, – decía – He transitado por pistas sin asfaltar y caminos pedregosos y ahora comparto pelotón con el mejor ciclista, Alberto Contador, y el primer profesional pinteño, Sergio Villamil, ¿Qué más quiero? Pepito, años después añoraba los impresionantes momentos vividos en la plaza de Pinto, y desde el centro de la plaza, dirigió la mirada al balcón del ayuntamiento, donde el gentío recibió en masa al campeón del Tour, Giro y Vuelta, imaginando ser él a quien vitoreaban los miles de espectadores que abarrotaban la plaza, festejando y gritando al mismo tiempo el nombre de ¡¡Pepito, Pepito, Pepito, Pepito!! Transcurrido un lapso de tiempo que no supo cuantificar, esbozó una leve sonrisa y dijo: “Gracias, Contador, yo también soñé que lo ganaba todo. Aunque no gané nada, lo soñé».

Alberto Contador ganador de las tres grandes. Foto: José Juan López Cuchillo / archivo municipal.

José Juan López Cuchillo.

El Rincón de Cuchillo (ePinto)

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