
A comienzos del siglo XX, ver un automóvil circular por Pinto era todavía una auténtica rareza. Los caminos seguían siendo de tierra, los coches levantaban nubes de polvo a su paso y las mulas se espantaban al oír aquel nuevo ruido de motor que anunciaba el futuro. Pero la modernidad no llegó sin sobresaltos. El domingo 16 de junio de 1907, por la tarde, se produjo en nuestro municipio el que probablemente fue el primer accidente de automóvil del que se tiene constancia en Pinto.
Aquel día, un vehículo conducido por Román Navarro y Navarro perdió el control en la calle de las Monjas, junto al antiguo convento de las capuchinas, y acabó estrellándose contra una pared. En el interior viajaban tres niñas: dos eran hijas del propio conductor y la tercera, una amiga de la familia llamada Carmen Pérez. El impacto fue lo bastante fuerte como para que las pequeñas salieran despedidas, aunque, afortunadamente, las lesiones fueron leves: algunas erosiones en la cara y una herida en la pierna derecha. La Guardia Civil de Pinto acudió de inmediato al lugar, y también lo hizo el juzgado local, que se encargó de instruir las diligencias.

El suceso causó una gran expectación entre los vecinos, poco acostumbrados todavía a la presencia de coches en el pueblo. En 1907, los automóviles eran un lujo al alcance de muy pocos, y su aparición despertaba más curiosidad que confianza. Aquellos primeros modelos eran ruidosos, pesados y difíciles de manejar; carecían de frenos eficaces y cualquier curva o desnivel podía convertirse en un riesgo.
Este episodio se adelantó algunos años a la llegada de los vehículos más conocidos de la historia pinteña, como el 12 Pannhar de José Morales Troyano, que comenzó a circular por la localidad hacia 1913, o el automóvil de la familia Fúster, que causaba admiración entre los vecinos. En aquel tiempo, la carretera de Andalucía era el gran eje de comunicación del sur madrileño, transitada por carros, carruajes y, de vez en cuando, algún intrépido conductor que se aventuraba con su automóvil por aquellos polvorientos caminos.
Hoy, más de un siglo después, aquel pequeño choque en la calle de las Monjas simboliza el encuentro entre dos épocas: la del carro y la del motor, la del polvo y el asfalto. Pinto empezaba a mirar hacia el futuro, incluso aunque el progreso llegara, literalmente, chocando contra una pared.



