Érase una vez… en pleno siglo XXI, en un municipio llamado Pinto, a 20 kilómetro al sur de la capital del Estado, la villa de Madrid, existe un establecimiento único, donde parece que el tiempo se hubiera detenido en su interior. Desde fuera, los más intrépidos que pasean en frente del número 26 de la calle Real de Pinto pueden ver un atisbo de uno de los tesoros mejor guardados de Pinto, la Fábrica de Pan “La Española”, popularmente conocido por todos los pinteños como “El Colás”.

Alguna vez, todo niño y niña pinteño, de toda la vida, se ha deleitado con sus famosas bambas de nata o cualquier otro dulce manjar de los que, en alguna ocasión, todos nos hemos relamido los labios cuando acompañábamos a nuestros padres a aquel maravilloso establecimiento, que hoy sigue abierto para el deleite de aquellos niños, que hoy son padres e incluso abuelos.

Pero no solo las mejores bambas de nata, en el ya mítico “Colasín”, como también lo denominan algunos pinteños, haciendo referencia a Nicolás hijo, podemos encontrar entre sus especialidades las milhojas, palmeras de chocolate, los pepitos de azúcar, los borrachos, las trenzas, las rosquillas, los donuts fritos, la espectacular tarta Capuchina, la tarta de yema, la tarta de almendra, los roscones de Reyes con nata, la empanada, etc… Probablemente la mejor nata de toda la Comunidad de Madrid. Un auténtico paraíso del dulce, que actualmente custodian, cuidan y siguen mimando como el primer día los hermanos Pérez, Nicolás y Julia.

El Colás”, una historia que se remonta a finales del siglo XIX

La historia de la “26 Fca DE PAN LA ESPAÑOLA, NICOLÁS PÉREZ 26”, como reza en su actual luminoso, que combina las letras rojas con los números azules y un fondo blanco, se remonta con Justo Pérez Alonso, abuelo de los actuales propietarios, Nicolás y Julia, comienza a principios del siglo pasado.

Justo Pérez Alonso, toledano de Bargas, vino de Esquivias en burro a repartir pan al pueblo de Pinto. Con el paso del tiempo, y de forma muy humilde, se afincó en la villa pinteña a finales del siglo XIX comprando una casa situada en la calle Ramón y Cajal esquina con la calle Hospital. Allí abrió la primera panadería de la familia. Justo y su familia eran humildes pero muy trabajadores. Gracias a su buen hacer, logró una amplia y fiel clientela. Asimismo, tiempo más tarde, montó un horno de yeso en la calle de la Solana de nuestro municipio.

Justo repartía yeso, y de ambos negocios venía el sobrenombre por el que era conocido: «Justo, el Panadero y el Yesero«. La panadería estuvo abierta hasta la llegada de la aciaga guerra civil española. “Después todo desapareció”, como relata Nicolás hijo a ePinto, en una entrevista que nos envolvió en el anhelo de otros tiempos.

En la difícil época de la postguerra española, el hijo de Justo y padre de Nicolás y Julia, Nicolás Pérez Torrejón (1905-1990), estuvo trabajando en el horno de yeso, la labor y también se dedicó a la compraventa de ganado. Había que sobrevivir y, como hizo su padre, tiró, a base de esfuerzo y sacrificio, de toda la familia.

No fue hasta 1952 cuando instala una nueva panadería situada en la calle Real de Pinto con el nombre de «Tahona Española«, permaneciendo hasta el año 1967, momento en el que la panadería cambia de ubicación, trasladándose a su emplazamiento actual, bajo el nombre “Fábrica de Pan La Española”, como reza su luminoso en el número 26 de la céntrica calle pinteña, a camino entre el Ayuntamiento de Pinto y la Torre de Éboli de Pinto.

Nicolás, padre, y su mujer Elvira, junto a sus hijos Julia y Nicolás convirtieron “La Española” en un referente en el municipio de Pinto. Incluso vecinos de otras localidades hacían una parada, casi obligatoria, a su paso por Pinto, aprovechando la cercanía de la estación del ferrocarril pinteño. Los Pérez han sido conocidos por ser una familia de grandes seres humanos, humildes, sencillos, bondadosos y grandes trabajadores. Nicolás padre, falleció en 1990 y su esposa Elvira en el año 2000. Ambos llevaban toda la vida en la panadería, dando un servicio esencial a todos los vecinos de Pinto. Se ganaron el respeto y el cariño de todo un pueblo, su pueblo, Pinto.

Un viaje al pasado, con la esencia de siempre

Julia y Nicolás Pérez de León regentando su panadería de la calle Real en una imagen de 2002

Actualmente la panadería «La Española» está regentada por los longevos hermanos, Nicolás y Julia, la tercera generación de los Pérez. Una panadería familiar de toda la vida. De la que deberían perduran siempre. Allí podemos encontrar sus tradicionales productos de panadería y bollería de primera calidad, junto a una amplia oferta de artículos dignos de cualquier economato que se precie.

Su clientela sigue siendo fija. Muchos son los vecinos que se acercan para comprar pan y pecar con su amplio repertorio de bollería, toda artesanal. No es difícil encontrarles en la salita que existe junto al despacho de pan, donde controlan la entrada a la tienda. En días de frio no falta el tradicional brasero. Sin duda, entrar en “El Colás” es como viajar en el tiempo en un abrir y cerrar de ojos.

Son muchos los recuerdos de una tienda que permanece prácticamente igual, salvo la máquina registradora que desapareció en un robo. Una máquina con botones altos, que registraba con certeza y esmero todas las compras que se producían durante cada jornada. Un objeto que podría ser una pieza codiciada en cualquier colección de objetivos vintage, que se precie.

Una tienda con un encanto especial, donde perdura esa esencia auténtica de los comercios de antes. Foto: Javier Lozano (Chalauras / Vive Pinto).

Todo son recuerdos imborrables, el olor a pan recién hecho o las cuentas hechas en papel de estraza. En otra época se convirtió en la panadería de guardia porque siempre estaba abierta. Sin duda, vicisitudes de otros tiempos.

Miramos el reloj y apenas han pasado unos minutos, pero al atravesar la puerta de metal gris que separan los dos mundos, parece que hemos recorrido tres o cuatro décadas. Eso sí, por un momento pudimos volver a nuestra infancia juntos a los mismos protagonistas, Nicolás y Julia, que continúan custodiando su particular paraíso como el primer día.

Nicolás siempre te recibe con su mejor sonrisa. Foto: Javier Lozano (Chalauras / Vive Pinto).

No se puede dejar de pasar por “El Colás” y probar uno de sus manjares. Nosotros nos quedamos con las bambas de nata, pero solo visitar a Julia y Nicolás es una autentica experiencia. Una experiencia de otro tiempo que no olvidarás.

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