
Pinto, la tranquila localidad de Madrid, guarda entre sus tesoros la memoria de uno de los periodistas y escritores más destacados del último tercio del siglo XIX, Manuel Matoses García. Este nombre, aunque quizás menos conocido en nuestros días, fue una firma de renombre en la prensa, el teatro y la literatura española. Su vida y obra, marcadas por el ingenio y la dedicación, dejaron una huella imborrable en la cultura de su tiempo.
Primeros años y formación
Manuel Matoses nació en Valencia el 18 de agosto de 1844. A los cinco años, emprendió junto a su madre viuda un arduo viaje a Madrid en carromato, que duró un mes entero. En la capital, Matoses asistió a la escuela donde adquirió una educación básica. Sin embargo, la vida no tardó en exigirle esfuerzos; a los catorce años comenzó a trabajar como cajista o impresor para ganarse el pan. A los dieciocho años, encontró empleo en la estación de ferrocarril, un trabajo mal pagado pero que le ofreció la oportunidad de ir ascendiendo poco a poco en el ferrocarril del Mediodía, gracias a su esfuerzo y sin ninguna recomendación. Matoses era un trabajador incansable.
Trayectoria periodística y literaria
El nombre de Manuel Matoses comenzó a ganar reconocimiento bajo el pseudónimo de Andrés Corzuelo, el cual adoptó al colaborar en el periódico satírico «Gil Blas«, fundado por Manuel del Palacio, Luis Rivera y Roberto Robert. Este pseudónimo se hizo muy popular en «El Globo«, donde escribió la sección satírica «Dimes y Diretes«, demostrando una aguda sátira y un ingenio chispeante. Por la mañana asistía a la oficina del ferrocarril del Mediodía, y entre las dos y las tres redactaba en «El Resumen«, cuando «El Resumen» era el periódico más importante de la prensa de la noche, una sección semejante a la de Dimes y diretes. Además, raro era el día que en la prensa semanal o en las hojas literarias de algunos diarios no aparecía su firma.
Manuel Matoses unía a su laboriosidad tal frescura de ingenio, que toda su obra literaria fluía al cerebro del literato con rapidez y sin cansancio.
Matoses contribuyó a más de treinta periódicos y publicó numerosos artículos satíricos, recopilados en el libro «Café con leche«. Su estilo, siempre caracterizado por una gran corrección lingüística y un juicio agudo, lo convirtió en una figura respetada en los círculos literarios y periodísticos de su tiempo.


Aportaciones al teatro
En el ámbito teatral, Matoses también dejó una marca indeleble. Fue uno de los precursores del género chico, y sus sainetes, como «A primera sangre«, se convirtieron en clásicos del teatro español. Su obra incluía la adaptación de la comedia de Shakespeare «La fierecilla domada«, que se representó en el Teatro Español la misma noche en que Matoses falleció, el 29 de marzo de 1901.
Su vida en Pinto
Manuel Matoses tuvo una vida personal marcada por la tragedia. Se casó con Casimira Bermudez González y tuvo siete hijos, de los cuales cuatro fallecieron a temprana edad. Por este motivo buscó la vida en el campo y la naturaleza en Pinto, donde compró una casa a principios de los años 70 del XIX. En Pinto era feliz y la redacción del Gil Blas se reunía en su casa a comer habitualmente. Pero la muerte de su hijo mayor, Manuel Matoses Bermúdez, en 1899, a los 29 años, fue un golpe devastador que lo alejó de la escritura y lo llevó a centrarse en su cargo en la Compañía de Ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante.

A pesar de sus pérdidas personales, Matoses encontró consuelo en su casa de Pinto, una preciosa residencia donde solía pasar el tiempo libre y disfrutar de la compañía de su familia y amigos. Sus otros dos hijos, Antonio Matoses, que también trabajó en la Compañía del Ferrocarril, y su hija, casada con el periodista francés M. Vidal, continuaron su legado, manteniendo viva la memoria del talentoso escritor y periodista.
Últimos días y reconocimiento póstumo
Manuel Matoses falleció el 29 de marzo de 1901 a causa de una afección cardiaca.
El entierro de Manuel Matoses, celebrado el 31 de marzo de 1901, fue una ceremonia solemne y concurrida que demostró el gran respeto y cariño que el distinguido escritor había cultivado en vida. Los restos mortales fueron trasladados en una lujosa carroza tirada por seis caballos desde Madrid hasta la estación del Mediodía, para luego ser llevados a Pinto, donde reposarían en el panteón familiar. La procesión fúnebre, que pasó frente al teatro Español y al teatro de la Comedia, contaba con balcones cubiertos de negro en señal de luto. En el teatro de la Comedia, se rezó un responso y una actriz cubrió el féretro de flores. Esta despedida melancólica y respetuosa reflejaba el profundo aprecio que el mundo literario y artístico sentía por Matoses.
A la ceremonia asistieron numerosas personalidades del ámbito literario y teatral, así como compañeros de trabajo y amigos del fallecido. Entre los presentes se encontraban destacados literatos y periodistas como Manuel del Palacio, Francos Rodríguez, Ramos Carrión, Taboada, Vicenti, López Silva y Pérez Zúñiga. También acudieron representantes de la Asociación de la Prensa, de la Sociedad de Escritores y Artistas, y del alto personal de la Compañía del ferrocarril del Mediodía, donde Matoses había trabajado durante muchos años. La concurrida asistencia y las muestras de respeto y admiración reflejaban la huella indeleble que Manuel Matoses dejó en la cultura y la sociedad de su tiempo.
Los restos de Matoses descansan en el panteón familiar en Pinto, donde reposa junto a su hijo Manuel.
La vida de Manuel Matoses García es un testimonio de dedicación, talento y perseverancia. Pinto, la localidad que eligió como su refugio, puede estar orgullosa de haber sido el hogar de un hombre que con su literatura e ingenio iluminó una época.