En la primera mitad de los años 90 era muy común que los vecinos de Pinto, que por aquel entonces tenía unos 25.000 habitantes, fueran de paseo los domingos al conocido como el “Camino de los bidones”. Un paseo que transcurría por los terrenos donde actualmente se encuentra el “Parque Juan Carlos I” y la conexión de la A-4, carretera de Andalucía con la M-506.

Por entonces, el municipio de Pinto era muy diferente al actual. Con menos de la mitad de la población y sin los desarrollos urbanísticos de Puerta de Pinto, Parque Europa, Tenería I y Tenería II, nuestra querida villa era un pueblo donde todos se conocían. Un pueblo como los de antes.  

Volviendo al “Camino de los bidones”, era muy común que las familias al completo salieran a pasear de forma plácida con la caída del sol. Todos ellos acompañados con unos frutos secos comprados en la tienda de Luciano, Frutos Secos “Sierra de Gredos”, un clásico situado en la calle Jarama o en el Parque del Egido.  

Durante el paseo se podían ver a los más pequeños disfrutar de la bicicleta en el margen izquierdo del camino. Numerosos senderos maltrechos en su cuneta recibían la visita de multitud de niños y niñas, que se tiraban una y otra vez con sus bicicletas, mientras su padres seguían por el pasillo central. De fondo se entremezclaban la sintonía de los diferentes programas deportivos radiofónicos, que salpicaban los paseos con los goles de la jornada dominical. ¡Qué bonito era el fútbol cuando todos jugaban a la vez! Al otro lado del camino, una finca privada, que todavía existe, era un lugar para la imaginación por sus vallas llena de plantas, que apenas dejaba ver el interior. Una fantasía para los más jóvenes.

Los más aventureros jugaban a perseguir hormigas, que se afanaban por rescatar las cascaras de pipas que salpicaban el camino. Juegos de otros tiempos, porque en aquellos años no existían los móviles, ni las tablets, ni mucho menos internet como lo conocemos en la actualidad. Eras otros tiempos.

Casi al final del paseo, aparecía un puente de metal, que era una de las principales atracciones del paseo dominical. Un puente estrecho, con dos vías ferroviarias que flanqueaban el paso central. El puente se convertía en parada obligatoria hasta ver pasar a aquellos trenes de cercanías cuadrados rojos y blancos de la siempre castigada C-3, o, con suerte, uno de aquellos trenes infinitos llenos de vagones de mercancías. Eso sí, los maquinistas siempre pitaban ante la atenta sonrisa de los más pequeños, que saludaban sin parar. Al otro lado de aquel puente se encontraba el campo salvaje, que en determinados momentos del año se convertía en un alfombra de amapolas rojas, dando un color espectacular, que todavía es posible disfrutar.

No podemos olvidar aquella puerta de color verde que separaba el camino con las instalaciones del Sindicato Nacional del Olivo, hoy Fundación Patrimonio Comunal Olivadero. En Pinto tenían la capacidad de albergar 350.000 litros de aceite en sus numerosos bidones gigantes de metal, que daban nombre a aquel paraje de nuestro municipio.

A finales de los años 90 llegó el Parque Juan Carlos I y la M-506. Nadie se imaginaba que aquello acabaría siendo uno de los referentes de la Comunidad de Madrid, ya que tardó en construirse y las esperas se hicieron eternas, sobre todo para los pinteños. Más tarde, la línea a San Martín de la Vega, que acabó con la magia del puente original.

Aún así, hoy en 2025, el “Camino de los Bidones” resiste. Ya no hay bidones y aquel mítico puente ha sufrido modificaciones, pero sigue siendo un lugar muy simbólico para todos los pinteños de toda la vida y para la historia del municipio.

Infinidad de generaciones han paseado por su camino y han cruzado al otro lado por aquel puente, que guarda multitud de historias y anécdotas que solo sus protagonistas conocen.

Lugares con encanto que han marcado el devenir de la historia de Pinto, uno de ellos, el “Camino de los Bidones”.

Fotos: Wikiloc y Javier Lozano.

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