El doctor Enrique de Isla y Bolómburu (Madrid, 27 de diciembre de 1854 – 12 de abril de 1929) fue uno de los cirujanos más destacados de su tiempo, decano del Hospital Provincial y jefe facultativo de la Maternidad e Inclusa. Su nombre figura en los anales de la cirugía española como uno de los primeros en introducir y perfeccionar los métodos modernos de asepsia, antisepsia, hemostasia y anestesia en España. Además, fue un maestro consumado, apasionado por la enseñanza y defensor del progreso de la ciencia médica.

Una brillante trayectoria médica y académica

Enrique de Isla obtuvo el grado de licenciado en Medicina con sobresaliente en 1875 y, tan solo un año después, logró el único premio extraordinario de Doctor en la Universidad Central, un honor reservado a los más brillantes de su generación. Con 21 años ya era profesor del Hospital Provincial. Su carrera como médico estuvo marcada por numerosos hitos, desde su labor como jefe del Departamento de Autopsias en 1882 hasta su designación como decano de la Beneficencia Provincial en 1903.

El doctor Isla fue pionero en intervenciones quirúrgicas en el Hospital General de Madrid, donde practicó las primeras laparotomías, ovariotomías, histerectomías y extirpaciones de riñón con métodos que revolucionaron la cirugía de la época. Además, desempeñó un papel crucial en la modernización de los quirófanos en España al inaugurar, en 1885, la primera sala de operaciones con carácter moderno.

Su pasión por la enseñanza se reflejó en los cursos libres de anatomía topográfica y técnica operatoria que impartió a estudiantes y opositores. En estos, formó a médicos que posteriormente destacarían, como Gregorio Marañón. Isla no solo enseñaba técnicas quirúrgicas, sino que inculcaba en sus alumnos valores de entrega y amor por la profesión.

Contribuciones fuera del quirófano

Además de su destacada labor médica, Isla fue un entusiasta promotor del ejercicio físico como vía para el bienestar. Como presidente de la Real Sociedad Gimnástica Española en los años 1890 y 1891, impulsó innovaciones como salas de armas y tiro, hidroterapia y otros avances que posicionaron a esta institución al nivel de las mejores de su género.

Asimismo, su dedicación a la cirugía taurina le granjeó fama y respeto en el mundo de los toros. Participó en la atención de célebres toreros como Antonio “Reverte” Jiménez, cuya pierna salvó de una amputación en 1899, convirtiéndose en un referente de la traumatología taurina.

Reverte, asistido por el Dr. Isla, en la fonda de Bayona a mediados de septiembre de 1899. Tres médicos franceses pretendían amputarle la pierna al torero. Gracias a la intervención del doctor Isla, Reverte pudo salvar su pierna y seguir toreando.

Un académico ejemplar

En 1908, Isla ingresó en la Real Academia de Medicina, pronunciando un discurso sobre la “Textura y fisiología del peritoneo”. Durante dos décadas, ocupó el sillón número 8, consolidando su reputación como científico brillante y orador consumado.

Su vínculo con Pinto

A principios del siglo XX, el doctor Isla se estableció en Pinto buscando un ambiente saludable para sus hijos. Allí encontró un lugar ideal por la calidad de su agua y su clima, aspectos que alababa incluso en tertulias con la alta sociedad, llegando a bromear con la reina Cristina sobre su entusiasmo por el municipio.

Casa del doctor Isla en Pinto en la calle de la Cadena

En Pinto, además de residir en una casa solariega frente a la histórica Casa de la Cadena, ejerció como benefactor, especialmente en el ámbito de la educación. Su influencia permitió que las huérfanas de médicos fueran acogidas en el colegio de huérfanas de San José de las monjas de la Sagrada Familia de Burdeos en 1923. Asimismo, participó en las tertulias locales y se integró plenamente en la vida del pueblo, dejando un recuerdo de hombre sencillo y generoso.

Su legado y fallecimiento

El doctor Enrique de Isla falleció el 12 de abril de 1929, dejando un legado inmenso en la medicina española y en Pinto, donde pasó sus últimos años. Fue recordado no solo como un cirujano brillante, sino como un maestro que marcó a generaciones de médicos y un benefactor que amó profundamente al municipio que eligió como su hogar. El Ayuntamiento de Pinto decidió, como homenaje al querido doctor, rotular la antigua calle de los Raimundos con su nombre.

Para más información sobre el doctor Isla consultar el libro «Pinteños Ilustres. De Pinto, mi reina II«.

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