Cuando decimos la palabra “amigo”, nos referido a alguien en concreto. Denotamos un sentimiento. Es una palabra muy importante en el lenguaje entre personas.

Los que ya tenemos hecho un largo recorrido por la vida, sabemos que, gracias a la pasión por el futbol, hemos encontrado algo más importante que marcar goles o ganar partidos y torneos: amigos. El fútbol, une tanto, que es como una herramienta de la amistad.

Cuando te sientes jugador de fútbol

Si practicaste fútbol, te consideras jugador. otra cosa es que te conviertas en semi-profesional o profesional, entonces eres futbolista. Cuando echas la vista atrás y examinas tu infancia, ahí salen los fotogramas de los rostros y cuerpos de tus vecinos con los que te divertías jugando al fútbol en el barrio: Carlos González, Angel Manzano, Eulogio Manzano, Miguel Amores, Antonio Rodríguez, Chemi y Nandi… con ellos volaban las horas dando pelotazos al muro de circunvalación de ladrillo que rodeaban las tres viviendas que compartían patio. En ese vallado pintábamos con tiza una imaginaria portería y soñábamos con estar en un monumental campo de fútbol, de esos que solo veíamos en televisión o en alguna fotografía en alguno de los diarios deportivos de la época.

A medida que nos sumábamos más niños al ejercicio del balompié, las dimensiones del campo y el lugar crecían: en la explanada de la calle Fernando VI, que rodeaban las casas de Francisco García “Paquito”, José Collado, Ricardo, Joselito y Chemi.  Si invitábamos a jugar a equipos de otros barrios de Pinto, entonces el campo de juego era el “Estadio Huerta de Adolfo” (hoy en día situado en la parte opuesta de la carretera M- 506).

En los colegios pinteños, raro era no jugar en el recreo al fútbol. En mi caso con mis compañeros de clase: José Antonio Martin Moreno, Domingo Velasco Rubio, Carlos Lapeña Morón, José Camuñas Raboso, Manuel Tejada Ruiz, Federico Sánchez Pérez, Villamil o Miguel Ángel Valcuende Espinosa

Jugué en el Pinto, en las categorías de pre-juveniles (hoy cadetes), juveniles y debuté con Pedro Rus de entrenador del primer equipo en un torneo en Parla, contra el equipo de Uralita, y casi marco un gol al portero de Uralita, que era Montes, exjugador del Pinto. También participé en equipos de liga social de fútbol como “Los Vikingos” y en fútbol sala: “Cafetería el Águila”, “Full Moll”, “Robertrotters FS” o los “Pichis All Star”.

La relación con mis vecinos, compañeros del colegio y secciones inferiores del Atlético de Pinto se consolidaron hasta llegar a ser amigos que verbalizaban las cosas que les sucedían y tú lo sentías como propio.  

Soy aficionado al fútbol, no hooligan

No solo jugaba al fútbol, sino que me convertía en un aficionado más, que veía a los chavales de otros equipos pinteños, en los campos de la Casa Creus, Barrio el Prado (Katanga), La Floralia (La Indiana) o El Maracaná (eras de San Antón). En esos nostálgicos campos de barriada, en los que la portería, a veces, eran dos piedras o los más coquetos tenían porterías casi de verdad.

Gracias a mi padre, al que acompañaba a todas partes a los partidos del juvenil del Atlético Pinto, desde el año 1975, conocí a los jugadores del equipo. Y siendo niño, cuando jugaba el Pinto “mayor” en el Municipal (hoy, Amelia del Castillo), veía a Antonio Dregorio, Avilés, Sanz, Lama… y a una enorme cantidad de jugadores que han vestido las equipaciones rojinegras, verdiblancas o blanquinegras a rayas horizontales. Ahí ya era un fútbol “más serio”, el futbol de verdad, tenías que entrenar, jugar, competir, marcar goles… Ganabas, perdías o empatabas. Viajabas a otros pueblos y ciudades en coches particulares o en el autobús del equipo.

Los típicos comentarios durante el viaje de ida a la ciudad o pueblo donde se iba a celebrar el partido. Los chascarrillos que se generan en el vestuario antes de la charla del entrenador. Dependiendo del resultado del enfrentamiento con el equipo adversario, el regreso a casa, durante el trayecto en el bus, podría ser de un silencio absoluto o reinar la algarabía y el cachondeo. Todo dependiendo de lo sucedido minutos antes.

Aprendiendo a gestionar clubes de fútbol

Mi faceta además de jugador de fútbol, era la de responsable de las secciones inferiores, de fútbol sala, fútbol y baloncesto del Pinto.  Gestión de la documentación de los jugadores federados de fútbol y baloncesto, y las jugadoras del equipo de baloncesto federado del Atlético Pinto.

También fui delegado del equipo juvenil en varias etapas, secretario general del Pinto con Antonio García y ayudé al entonces presidente, Ricardo Ruiz en la parcela de marketing y publicidad, hasta que le sustituí durante dos temporadas como presidente. 

La camaradería que se generaba en el vestuario del equipo en el que jugabas o la cordialidad y la lealtad al club cuando formabas parte del proyecto como miembro del club, ya fueses delegado, secretario o presidente ocasionaba un vínculo de ayudas mutuas. Enriquecía la vida del colectivo y afianzaba ese sentimiento de amistad verdadera. 

Han sido muchas personas las que he tenido ocasión de conocer. Obviamente, la amistad verdadera se fragua con unos pocos. No los nombro, porque se me puede olvidar alguno, pero ellos saben quiénes son. A veces las circunstancias hacen que no te veas tanto con ellos como te gustaría, pero si es una amistad de verdad, basta un instante para que esa ausencia temporal no se note en absoluto. 

Siguen en mi recuerdo muchos de los que ya no están, nombraremos algunos: Señor Luis, señor Pepe, Antonio García, Antonio Benítez, señor Emilio “el del Oasis”, “El pillo”, y por supuesto, a mi padre, Félix López “el pipa” por quien soy lo que fui y lo que soy. 

José Juan López Cuchillo.

El Rincón de Cuchillo (ePinto)

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