El Contexto de la Agricultura en Madrid a principios del siglo XX

A principios del siglo XX, la agricultura y la ganadería en las cercanías de Madrid enfrentaban serios desafíos. La explotación rutinaria y deficiente de aves de corral, ganado pecuario y bovino contribuía a la carestía de la vida en la capital. Sin embargo, en medio de este panorama desalentador, surgió un proyecto pionero que cambió el rumbo de la agroindustria local: la Granja Gabriela en Pinto.

El sueño de don Eduardo de Huertas

En septiembre de 1901, don Eduardo de Huertas, un ferviente amante de España y autor de reconocidos libros sobre agricultura, literatura y política, decidió invertir su capital, talento y energía en revitalizar la agricultura madrileña. A pesar de su residencia en París, donde trabajaba como abogado de la Embajada Española, su corazón permanecía en su patria.

Con este propósito, adquirió y transformó la quinta La Calera, ubicada en Pinto, con la valiosa ayuda de su administrador, don León Cappa. Bautizada en honor a su esposa, la Granja Gabriela se convirtió rápidamente en un modelo de innovación y excelencia en avicultura y cunicultura. La Granja Gabriela era un lindo sitio de recreo, una bien cultivada huerta, en la cual se habían plantado dos mil árboles frutales, y por el cultivo de aves, conejos y cerdos, una de las mejores granjas de Madrid y de España.

Fotografía aérea de 1936. Señalada en amarillo estaría la finca La Calera, donde estuvo situada la Granja Gabriela. A la izquierda vemos el Matadero de Pinto.

Innovaciones y excelencia en la Granja Gabriela

Cunicultura de vanguardia

La Granja Gabriela destacó en la cría de conejos, utilizando el avanzado sistema celular belga, perfeccionado en sus instalaciones. Este método de cría fue notablemente superior a las prácticas en Cataluña y competía con las mejores de Bélgica y Francia. Se cultivaban diversas razas de conejos, como la flamenca (gigantes de Flandes), la rusa, la china, la japonesa y la belier, cada una seleccionada por sus características únicas en cuanto a tamaño, calidad de carne y piel.

Avicultura moderna

En avicultura, la granja contaba con once parques bien equipados, incluyendo salas de incubación artificial y natural, así como cebadoras diseñadas para maximizar el engorde de las aves. Entre las razas cultivadas se encontraban la cochinchina, la negra castellana y la andaluza. Además, la granja se destacó en la cría de patos y pavos, con instalaciones higiénicas y bien ventiladas.

También existían los establos de vacas y cabras, pero lo principal, después de la avicultura y cunicultura, era la cría del ganado de cerda, bien instalado en limpias, aireadas y capaces cochiqueras con sus correspondientes baños.

Reconocimientos y contribuciones

La Granja Gabriela no solo mejoró las técnicas agrícolas y ganaderas, sino que también obtuvo reconocimiento a nivel nacional. En mayo de 1902, participó en la Exposición Internacional de Avicultura en los Jardines del Buen Retiro, organizada por la Sociedad Nacional de Avicultura, y ganó la medalla de oro por sus aves y conejos, especialmente por sus magníficas conejeras.

Un modelo de higiene y salud

Además de su innovación en la cría de animales, la Granja Gabriela se destacó por sus rigurosos estándares higiénicos. En 1908, un despacho de leche en Madrid, ubicado en la calle Galileo, número 19, se abastecía exclusivamente de la granja, garantizando leche pura y libre de tuberculosis. Las vacas bretonas de la granja eran cuidadas con meticuloso celo, siguiendo los preceptos higiénicos más estrictos, lo que aseguraba la salud y bienestar de los consumidores.

Fotografía estereoscópica de principios de siglo XX

En 1910, El País publicó un artículo sobre la alarmante mortalidad infantil, atribuyendo las causas principales a la falta de conocimiento en la crianza de los niños, la incorrecta alimentación y las pésimas condiciones de la leche, a menudo portadora de tuberculosis cuando las vacas estaban infectadas. Los expertos discutieron ampliamente estos temas y la importancia de la pasteurización.

El artículo subrayaba la necesidad de abordar nuevamente este asunto, destacando que en Madrid y sus alrededores, salvo excepciones como la Granja Gabriela de Pinto, donde todas las vacas eran rigurosamente tuberculizadas o inmunizadas con tuberculina del Instituto Pasteur y cada gota de leche era pura, la mayoría de los establecimientos no se preocupaban ni conocían estos procedimientos. Como resultado, el público, ignorante o confiado, consumía leche que potencialmente envenenaba su sangre.

Un legado duradero

La Granja Gabriela continuó operando con éxito durante dos décadas, contribuyendo significativamente al desarrollo agrícola de la región. El 21 de febrero de 1908 falleció en la granja pinteña doña Manuela Castilla y Bernaldo de Quirós, viuda del general Cappa y Béjar, madre del administrador de la granja, que fue enterrada en el cementerio de Pinto.

Sin embargo, en 1920, la finca fue puesta en venta. El anuncio destacaba las amplias instalaciones, la abundante agua y las tierras de labor, reflejando la visión y esfuerzo de don Eduardo de Huertas y don León Cappa de Castilla.

La Granja Gabriela en Pinto fue más que una simple explotación agrícola; fue un faro de innovación y progreso en una época de estancamiento. Su legado perdura como un testimonio de lo que se puede lograr con visión, dedicación y amor por la tierra. A través de sus avances en avicultura y cunicultura, y su compromiso con la higiene y la salud pública, la Granja Gabriela dejó una marca indeleble en la historia agrícola de Madrid.

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