En septiembre de 1868, España vivió uno de los momentos más trascendentales de su historia moderna: la Revolución Gloriosa, un levantamiento que pondría fin al reinado de Isabel II y abriría paso a una nueva era política. Este proceso revolucionario, liderado por los generales Prim, Serrano y el brigadier Topete, culminó en la batalla de Alcolea, en Córdoba, donde las tropas realistas se enfrentaron a las fuerzas rebeldes. Este enfrentamiento, considerado la última “guerra romántica”, marcó un punto de inflexión no solo por sus implicaciones políticas, sino también por el acto de reconciliación que protagonizaron dos de sus figuras clave en un pequeño pueblo al sur de Madrid: Pinto.
La batalla de Alcolea y el sacrificio del marqués de Novaliches
El 28 de septiembre de 1868, las tropas realistas, bajo el mando del marqués de Novaliches, intentaron resistir el avance de los revolucionarios liderados por el general Serrano. Aunque contaban con una poderosa artillería y caballería, los realistas fueron superados por la estrategia de las fuerzas rebeldes, que lograron tomar el puente de Alcolea y romper las defensas monárquicas.
Durante la batalla, el marqués de Novaliches, fiel defensor de la reina Isabel II, sufrió una herida devastadora: un proyectil de metralla le destrozó la mandíbula y parte de la lengua, dejándole incapacitado para hablar. Su valentía le costó caro, y en medio de rumores que lo daban por muerto, fue trasladado a Pinto para recibir atención médica urgente.
La llegada a Pinto: un pueblo solidario
El 29 de septiembre, el marqués fue recibido en Pinto gracias a la intermediación de Mauricio López Roberts, representante de la Junta Revolucionaria de Madrid, quien evitó que el herido llegara a la capital, donde el clima revolucionario ponía en peligro su seguridad. En Pinto, el inspector ferroviario Eduardo Aurioles ofreció su casa como refugio, y el pueblo entero se volcó en cuidar al herido. En Pinto lo esperaban los señores Ortiz de Lanzagorta, el novelista Pérez Escrich, el comandante Rubín de Celis y el coronel Corbalán, todos simpatizantes del movimiento revolucionario.
Las hermanas del escritor García Cuevas, junto con el médico local Pablo Pardo y destacados facultativos enviados desde Madrid, trabajaron incansablemente para salvar la vida del general. Incluso una hermana de la Sagrada Familia de Burdeos, experta en dactilología, permitió que Novaliches pudiera comunicarse y dictar el parte oficial de la batalla a pesar de su incapacidad para hablar.
El encuentro histórico en Pinto: el general Serrano y el marqués de Novaliches
El 3 de octubre, el general Serrano, vencedor de la batalla y líder del movimiento revolucionario, llegó a Pinto acompañado de otros miembros de la Junta Revolucionaria, como Adelardo López de Ayala y Juan Bautista Topete, para visitar a su antiguo compañero de armas. Este encuentro marcó uno de los momentos más conmovedores de la Revolución. Serrano, profundamente emocionado, abrazó a Novaliches en su lecho de convalecencia y le expresó su admiración:
“¡Cómo quisiera cambiarme con usted, mi valiente enemigo!”.
El marqués, incapaz de hablar, escribió en un papel:
“Admiro a mis vencedores”.
Esta escena, reflejo de la caballerosidad y el respeto entre adversarios, fue inmortalizada en un grabado tomado de un boceto de Vicente Urrabieta, que ocupó las portadas de periódicos tanto en España como en el extranjero.
La llegada de la marquesa, recuperación y despedida
El 4 de octubre llegó a Pinto la marquesa de Novaliches, doña María del Carmen Álvarez de las Asturias y Bohorques, tras haber acompañado a Isabel II en su salida desde San Sebastián a Pau (Francia). En Pinto permaneció casi tres meses alojada en el colegio de niñas huérfanas de San José. Cuando rayaba el día se personaba junto a la cabecera del lecho donde casi agonizaba su esposo, el marqués. Durante los meses siguientes, Novaliches permaneció en Pinto bajo el cuidado de médicos y vecinos. A pesar de las complicaciones, su salud mejoró progresivamente hasta que, el 20 de diciembre de 1868, fue trasladado a Madrid. Antes de partir, el pueblo de Pinto, que había demostrado una hospitalidad ejemplar, se despidió del general con solemnidad.
La fiesta del marqués de Novaliches
El agradecimiento de Novaliches hacia el pueblo de Pinto se materializó en una emotiva celebración el 17 de mayo de 1870. Dos días antes, los vecinos recibieron una invitación personal, y el martes señalado esperaron en la estación de ferrocarril la llegada del marqués y su familia, junto con distinguidos invitados como el duque de Gor, el conde de Toreno y otros notables.
El evento comenzó con una función solemne en la iglesia parroquial de Pinto, a la que acudieron los vecinos en masa, acompañando a los invitados desde la estación hasta el templo. Tras la ceremonia religiosa, se celebró un banquete ofrecido por el marqués en la casa de Eduardo Aurioles. Entre los asistentes se encontraban figuras destacadas como los condes de Povar y de Toreno, el duque de Gor, brigadier Lacy y su esposa, los médicos que atendieron al general, y miembros de la corporación municipal y la Junta Revolucionaria.
El banquete, dispuesto en el comedor y el jardín de la casa, estuvo seguido de un animado baile. En un gesto de gratitud, Novaliches entregó joyas y guardapelos a quienes le cuidaron, así como obsequios a sus enfermeras y a quienes velaron por su recuperación. Además, distribuyó limosnas entre los más necesitados de la localidad.
La fiesta, completamente apolítica, reunió a personas de distintas ideologías en un ambiente de fe y agradecimiento, dejando en la memoria de los pinteños el recuerdo de un día de unión y celebración.
Tras la celebración, los invitados regresaron a Madrid y el marqués se trasladó a Ávila, donde fijó su residencia. Posteriormente, durante la Restauración, Novaliches retomó protagonismo político como senador, y el rey Alfonso XII le otorgó el toisón de oro. Falleció en Madrid el 22 de octubre de 1896.
Este episodio, desde el gesto de reconciliación hasta la celebración de agradecimiento, permanece como un ejemplo del espíritu solidario y humano que Pinto supo ofrecer en momentos de cambio y conflicto.
Un legado de reconciliación
El abrazo entre Serrano y Novaliches en Pinto simboliza la humanidad que puede prevalecer incluso en los momentos más conflictivos de la historia. En una época marcada por divisiones políticas y sociales, este episodio nos recuerda que, por encima de las ideologías, están los valores de respeto, empatía y solidaridad.
Hoy, este acontecimiento forma parte del rico patrimonio histórico de Pinto, un lugar que supo ser escenario de una de las escenas más memorables de la Revolución Gloriosa y que merece ser recordado como un ejemplo de reconciliación en tiempos de cambio.