Todavía recuerdo ir con mi madre hace casi tres décadas a llevar las alfombras del salón a un lugar con infinidad de prendas de ropa colgadas del techo. Un lugar que estaba situado justo al lado de la oficina de Correos de Pinto y una zapatería, donde mi imaginación volaba a través de su escaparate. Durante estos años mis visitas a aquel lugar que se identificaba con su particular toldo de color amarillo y azul se han continuado sucediendo, primero acompañando a mi madre y después sin ella.

Justo hace unos días, mi corazón se encogió cuando vi un cartel azul que indicaba “ATENCIÓN SRES. CLIENTES: CERRAMOS DEFINITIVAMENTE EL DÍA 30 DE NOVIEMBRE. RETIREN SUS PRENDAS, ALFOMBRAS, MANTAS, ETC… ANTES DEL 20 DE NOVIEMBRE. GRACIAS”. Uno de los establecimientos más singulares de Pinto echaba el cierre para siempre. Atrás quedarán tres generaciones, dueños del local, y la última propietaria de Tintorería Crisol, Paqui Pérez Díaz, junto a Isabel García.  

Paqui e Isabel, el tándem Crisol

Paqui e Isabel, las chicas de Tintorería Crisol de Pinto.

La historia de la Tintorería Crisol, siempre situada en la calle Buena Madre 12 de Pinto, se remonta a los años 70, siendo la tintorería más antigua de nuestro municipio. Tras el paso de tres generaciones, donde destacó la señora Pilar y su hija Esther, en 2005 aterrizó Paqui Pérez Díaz. Cordobesa de nacimiento, pasó por Vallecas y Carabanchel Bajo antes de irse a vivir a Móstoles recién casada a los 25 años. Desde los 14 años, Paqui no ha dejado de trabajar y gran parte de ellos en el sector de las tintorerías.

Todavía recuerda el día que tomó las riendas de la Tintorería Crisol, un 27 de febrero de 2005. Paqui rememora cómo fueron esos primeros días al frente de este singular establecimiento: “La primera semana cogí un gripazo de muerte. Solo podía abrir por las mañanas porque por las tardes ya no podía más. Justo en los inicios contraté a Isabel, que desde entonces ha estado conmigo. Cuando la contraté tenía los niños pequeños y siempre ha trabajado a media jornada por sus niños y como yo lo he vivido y lo he sufrido he intentado que lo tuviera fácil siempre”.  Paqui habla de la pinteña Isabel García Cedena, planchadora de la Tintorería Crisol y parte de este tándem que ha perdurado en el negocio la friolera de casi dos décadas.  

Una tintorería de toda la vida, de las que no quedan

En los últimos días antes de su cierre, todavía quedaban prendas por recoger en la Tintorería Crisol.

Crisol ha sido una tintorería de la de toda la vida. Aunque Paqui tiene un ordenador con una amplia base de datos de clientes, sigue utilizando un cuaderno con su particular codificado, donde no se extravía ninguno de sus encargos ni se escapan clientes. “Hemos sido una tintorería tradicional, de toda la vida. Nos hemos negado a ser franquicia. Hemos trabajado siempre con los mejores productos que había en el mercado, dando muy buen servicio. Hemos aconsejado, hemos enseñado y en estos últimos días nos están dando muchos abrazos, muchas muestras de cariño. Incluso desde lejos”, confiesa Paqui entre suspiro y suspiro. Una tintorería de la toda la vida y con dedicación a sus clientes, que contaban con servicio de recogida a domicilio sin coste.

Aunque se muestra una mujer con gran templanza, de las que ha luchado en mil batallas, su cara es el reflejo del alma. Esa cara que quiebra en ocasiones durante la charla con ePinto debido a las emociones. Apenas llevamos unos minutos y comienza el trasiego de clientes. Una pareja, que reconoce que son clientes de Crisol desde que llegaron a Pinto se emocionan al conocer que su tintorería, la tintorería de todos los pinteños, echa el cierre a final de mes. Sin tiempo para volver a poner la grabadora, entra otra mujer que responde al nombre de Miriam, en esta ocasión algo más joven, sobre los 30, indicando que le han llamado para recoger una alfombra. Paqui repite su ritual, busca su nombre en el cuaderno de tapa dura de Crisol y, efectivamente, señala con su boligrafo el código de la alfombra y la recoge de su almacén. Miriam reconoce a ePinto que “es una verdadera pena porque ahora no sabe qué va a hacer”. Además, no escatima en elogios hacía las chicas de Crisol mientras recoge su alfombra perfectamente empaquetada tras su limpieza.

Son muchos los vecinos que se han acercado a despedirse de Paqui e Isabel en los últimos días a la Tintorería Crisol.

No sabíamos que éramos tan queridas”, confirma Paqui tras atender a la última clienta. Nuestra protagonista lleva casi dos décadas al pie del cañón y ha visto cómo ha evolucionado Pinto desde su tienda: “Hemos vivido parte de la historia moderna de Pinto. Hemos crecido con él y hemos estado muy unidos a los vecinos de Pinto, sobre todo, los que viven en el Pinto de siempre”.

Uno de lo sinsabores que le deja su experiencia en Pinto es la poca o nula capacidad de las administraciones locales para incentivar y cuidar al comercio local: “Hemos visto cómo ha ido cambiado políticamente el pueblo. También hemos vivido muchas promesas a los comerciantes, pero la realidad es que los comercios de Pinto están muy abandonados. No tenemos un apoyo real y eso es verdaderamente triste. En esta misma calle [calle Buena Madre], por ejemplo, está siempre llena de coches en doble fila a cualquier hora. Siempre y esa es una de las perdiciones de los comercios de a pie de calle. Por este simple detalle, que muchos no son conscientes, se han perdido muchos comercios de la zona como la pequeña galería de aquí al lado [Centro Comercial Egido], la joyería-relojería de al lado o las minitiendas de la calle Hospital han ido desapareciendo. Aquí tenemos el caso del bar Cervantes”.

El próximo día 30 de noviembre la Tintorería Crisol echa el cierre para siempre.

Aunque como ella misma reconoce, no todo son malas noticias: “Es cierto que otros han llegado como las chicas del café [Tutto Capsule Pinto], que han sido muy bien aceptadas y está funcionando muy bien o las chicas [Anais Cosmética] que han sustituido a Juanito, el zapatero [Zapatería J. Martín]”.

Entre pitido y pitido de los coches que se encuentran mal estacionados en la calle Buena Madre, una verdadera locura, entra un matrimonio muy popular de Pinto al establecimiento. Paqui, como la dueña, viene junto a su marido Juan, a por el abrigo de su hija, que trabaja en una óptica cercana. Entre tanto una charla muy amena entre las dos Paqui, Juan y un servidor. Así somos los de Pinto, gente campechana donde la haya.

Gracias por tanto

Entrar en la Tintorería Crisol es entrar a un museo gracias a su colección de planchas y utensilios de planchado.

La mejor experiencia… Tengo tantas. Hemos disfrutado de los niños que han venido con sus mamás y los hemos visto crecer y ahora son ellos los padres y siguen viniendo. Te da mucha alegría de volver a verlos. Generación tras generación. Me hace muchísima ilusión. Un ejemplo es con Patricia, del Bar Cervantes, que cuando yo llegué era una bebé y ahora el bebé es su hijo”, rememora Paqui sobre las experiencias vividas al frente de la Tintorería Crisol.

Reconoce que le hubiera gustado que existieran lugares donde a las personas les enseñaran a planchar de verdad: “Me he quedado con las ganas de ver un centro o un taller donde enseñaran a planchar tipo tintorería. No hay aprendices de esta profesión. Todo es estudio y no hay prácticas. Nosotras hemos tenido que enseñar a planchar a nuestros propios clientes”.

El pueblo de Pinto echará mucho de menos a Paqui e Isabel, las chicas de Tintorería Crisol.

Aunque Paqui echa el cierre por jubilación confirma que el sector de las tintorerías está en una situación difícil. “Es un negocio complicado. Es un negocio caro. Nuestras materias primas son luz y destilados del petróleo, nada baratos. Yo cobro muy poco. Actualmente no saco beneficio, mis precios son excesivamente baratos. Se podría decir que es competencia desleal, que no lo es. Simplemente me marcho y he preferido no subir los precios a mis clientes”, confiesa Paqui.

Las emociones afloran, aún más, cada día que pasa hacía el 30 de noviembre. Aunque reconoce que no es una mujer muy nostálgica y es de pasar página sin mucho problema, el cierre de esta etapa de su vida está siendo muy emotiva y de gran satisfacción personal: “Me voy con la sensación del deber cumplido. Yo siempre digo que he cumplido con el deber y con la patria. Patria, porque tengo dos hijos, y ley porque he hecho mi trabajo lo mejor posible, he cotizado y me voy”.

Uno de los pilares de su vida, su familia, está deseando que deje de trabajar y más cuando hace dos años, la vida le dio un aviso en forma de infarto, debido al estrés. Desde entonces Paqui ha intentado tomarse la vida de otra manera, no sin dificultades, ya que lleva trabajando desde los 14 años. Toda una vida, nunca mejor dicho. “La que nace para martillo, del cielo le caen los clavos”, manifiesta Paqui para definir su vida.

La entrevista está llegando a la última parada, pero Paqui no se olvida de sus clientes. Su mirada se pierde por instantes al recordar a personas de los que guarda especial cariño: “La señora Rita, una de mis primeras clientas cuando llegué a Pinto. Seguía viniendo incluso cuando se trasladó a vivir a la residencia de al lado del centro comercial. O Estanislao Pérez, fue otro de los primeros clientes de Crisol, junto a Luisa, su viuda, tuvimos muy buena relación. Mucha gente en estos casi 20 años”. La voz de Paqui se quiebra, en momentos aislados, no obstante, se nota el orgullo que tiene al hablar de sus clientes y de muchas de sus vivencias.

Con el cierre de la Tintorería Crisol se pierde parte de la historia del comercio local en Pinto.

El próximo día 30 de noviembre, uno de sus rituales, el viaje de vuelta a casa junto a su marido Pol cuando cierra la tintorería, será muy especial, será el último que haga Paqui como trabajadora. Ese día será emotivo pero lleno de felicidad. Paquí ha cumplido con su deber y es el turno de descansar, de comenzar una nueva vida, pero con la apostilla de “jubilada”, se lo ha ganado con creces.  

Aunque estamos seguros de que su cabeza ya está llena de planes que hacer junto a Pol, «su ángel», y toda su familia, Pinto y sus vecinos la echaremos mucho de menos, porque como le ocurre a un servidor, siempre que un establecimiento tan entrañable y con tanta historia como la Tintorería Crisol echa el cierre para no volver, un pedacito de nuestro corazón se apaga a la par que sus luces. Eso sí, los recuerdos junto a Pilar, Esther, Isabel o Paqui siempre quedarán en nuestro recuerdo y en la historia de nuestra querida Villa de Pinto.

Antes de marcharnos de la Tintorería Crisol, Paqui quiere mandar un mensaje a todos y cada uno de sus clientes: “Gracias a todos porque en estos años me han dado mucho y espero que se hayan sentido correspondidos”. Un mensaje que esconde más de lo que dice ya que es difícil mostrar tanto agradecimiento a casi veinte años junto a todos nosotros.   

Por ello, todavía tenemos tiempo para pasar a despedirnos de Paqui e Isabel. Ya sabéis si todavía tenéis alguna prenda en la Tintorería Crisol no os demoréis, que el 30 de noviembre se jubilan. Si no la tenéis, también podéis pasaros a despediros de dos personas que se han ganado el cariño y el respeto del pueblo de Pinto.

Como nos gusta decir en ePinto, Paqui e Isabel ¡Gracias por tanto!

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