Junto a la ermita de Santiago, existía desde el siglo XIX una villa de mayores proporciones y de diferente tipología a la del resto de villas del municipio. Se trataba de un palacete.
Era propiedad del “granadino”, quien en 1901 la vendió al acreditado bolsista Víctor Morales de la Vega.
Allí construyó su hogar junto a su esposa, la pinteña Ángela Troyano, quien doce años más tarde enviudaría, con una gran fortuna y cuatro hijos.
Un buen jardín rodeaba la casa. Los árboles, en los años 80 llegaron a tener más de metro y medio de circunferencia. Era tal la frondosidad que apenas dejaban vislumbrar el palacete. En verano, la temperatura del jardín era cinco grados inferior a la que había en la plaza.
Un pozo llenaba un estanque de agua fría, donde muchos aprendieron a nadar. Frente a la escalinata y su marquesina modernista que orna la puerta, se situaba una fuente circular. En una esquina del jardín se hallaba la entrada a una cueva que llegaba hasta la antigua fábrica de tomate. En otro emplazamiento se hallaban cinco colmenas, que posteriormente fueron donadas a las monjas Capuchinas.
La azotea del edificio del palacete, desde donde se divisaban nueve pueblos en la llanura, y su jardín, llegaron a tener 12 esculturas: Nacimiento de Venus, Neptuno, caballos, pobre en la nieve, …
En la actualidad, el interior del palacete alberga el primer complejo de apartamentos de corta y media estancia en el casco histórico de la ciudad. Son los apartamentos Plaza de Santiago, un total de 60 apartamentos con las últimas tecnologías: sistema auto check-in, servicio de video vigilancia y atención 24 horas, servicio de limpieza y sistema de lavandería.
Hoy, la terraza del palacete es un paraíso para el deleite en pleno corazón de Pinto. A los pies de uno de sus árboles originales, una “Broussonetia papyrifera”, nativa de Asia oriental y cultivada en el Extremo Oriente, se respira un ambiente idílico para disfrutar de las veladas veraniegas.
Junto al relajante sonido de su fuente, el tiempo se detiene en este jardín romántico. Un entorno privilegiado lleno de historia donde el comensal puede disfrutar de una gran oferta gastronómica.
La terraza de Panpintao es un espacio acogedor, donde la intimidad está asegurada, ya que la estancia en el jardín de este restaurante está reservada para solo 30 comensales. Una variada carta de verano, acompañada por una interesante variedad de cócteles son las propuestas para convertir cualquier comida o cena en una velada inolvidable.
El producto de proximidad y de temporada, el servicio y la calidad de su comida son los sellos de identidad de este restaurante. Una simbiosis entre espacio y producto. Un oasis de paz, enclavado en un palacete decimonónico que ya se ha convertido en toda una referencia gastronómica en Madrid.
La terraza de Panpintao está abierta de miércoles a sábado para los servicios de comidas y cenas; y domingos y martes únicamente durante el almuerzo. Se recomienda reservar en el teléfono 910 005 688 o en su recién estrenado canal de reservas online en su página web para no quedarse sin mesa.