Pinto y el ferrocarril quedaron unidos para siempre desde el 9 de febrero de 1851, momento en el que se inauguró la línea Madrid-Aranjuez por la reina Isabel II.
La primitiva estación de Pinto sufrió diferentes reformas. La primera de ellas fue la que se realizó en 1869, en la que se construyó una estación más amplia de una planta. Esta estación perduró hasta 1925, momento en el que se procedió a su demolición y a la construcción de la estación actual. Después de la guerra civil se reparó todo el conjunto debido a los graves destrozos originados durante el conflicto bélico.
En la fotografía aparecen los cuatro edificios de las instalaciones ferroviarias que se utilizaban en Pinto.
En último término observamos el muelle cubierto. Era un antiguo muelle de carga ejecutado austeramente en sillares de piedra caliza de forma hexagonal, con cubierta de teja a dos aguas sobre entablamiento de madera. Durante unos años fue bar-cafetería El Vagón. Actualmente es un edificio abandonado.
En segundo término aparece un pequeño edificio de una sola planta que hacía funciones de retrete. Hoy este edificio ha desaparecido.
La siguiente instalación es el edificio para viajeros. Realizado en piedra y ladrillo con incrustaciones cerámicas. Tiene dos plantas, surcadas por amplios vanos y está rodeada por un zócalo de piedra almohadillada. Su función principal es la acogida de usuarios, aunque en principio en la planta superior estaban las viviendas del personal de la estación.
El primer edificio del conjunto de la estación de Pinto, y en el que nos detendremos hoy, es la caseta o cabina de enclavamientos.
Se trata de una instalación de seguridad que permitía controlar a distancia el movimiento de entrada y salida de los trenes en la estación de Pinto. Por tanto, hablamos de un complejo sistema de gobernanza de la circulación de trenes. Es la antesala de la informatización de los puestos de mando que actualmente existen.
Desde su inauguración, en 1851, los movimientos de agujas y señales se hacían en las estaciones y no tenían garantizada la seguridad. Todo se dejaba en manos de la pericia del jefe de estación de Pinto, que daba las oportunas órdenes en función de la demanda de tráfico. Debido a este primitivo sistema basado en el factor humano, hubo varios e importantes accidentes ferroviarios que motivaron el inmediato despido de varios jefes de estación de Pinto, tal y como aparece reflejado en la prensa de la época.
Todo se complicó mucho más con la llegada de la doble vía a Pinto en octubre de 1907.
La cabina de enclavamiento de Pinto comenzó a funcionar en el verano de 1912, y se construyó combinando la arquitectura en hierro y en cristal con el uso de materiales tradicionales como el ladrillo y la madera. Tiene dos plantas por razones de visibilidad y supuso un gran cambio para el control del tráfico ferroviario. La cabina de Pinto adaptaba los cambios de vía utilizando el sistema Henning, albergando las palancas, poleas y transmisiones que permitían accionar a distancia las agujas de la estación, estableciendo los itinerarios de entrada o salida, así como los movimientos necesarios en las maniobras de los trenes. Se trataba de un puesto de concentración de palancas de enclavamientos mecánicos de transmisión funicular (por alambres rígidos).
Estos edificios se instalaban siempre en los extremos de la estación, siendo normalmente edificios de planta y piso. La planta baja se ocupa exclusivamente con las transmisiones, juegos de poleas y contrapesos necesarios, mientras que en la superior estaba la bancada de palancas que accionan y aseguran el itinerario, dejando libre un mínimo espacio para permitir la movilidad del guardagujas.
Para verificar la idoneidad de los itinerarios efectuados prevalece una necesaria visibilidad, que se manifiesta en la presencia de cristaleras para buscar la mayor amplitud de visión posible. Podemos relacionar este tipo de construcciones con las garitas de guardia, atalayas, torreones y todo tipo de construcciones militares destinadas a la defensa mediante la vigilancia y la observación.
En la actualidad es un edificio sin función y abandonado. Si accedemos por la escalera, aún podemos observar, teniendo cuidado con las cristaleras rotas, aquel complejo sistema de palancas. Todo un auténtico museo que ya forma parte de nuestra historia y que solo por ello, merece ser restaurado y conservado.