Para el historiador local Mario Coronas, el accidente que más conmoción causó en la población de Pinto fue el ocurrido en la mañana del 8 de diciembre de 1908. La prensa se hizo eco a lo largo de varios día de aquel trágico accidente. Aquella mañana, Dolores Parreño Romero, esposa del boticario de Pinto, D. José Joaquín Picazos y Tomás, salió de la estación de Pinto en dirección a Madrid en compañía de sus dos hijos (un hermoso niño de cuatro años y una niña de dos llamada Pilar) y su asistenta.

El boticario de Pinto, D. José Picazos Tomás, posando junto a la puerta de su farmacia

En la estación de Getafe se bajaron dos viajeros que compartían trayecto en el mismo vagón. Al abandonar el vagón cometieron la imprudencia de no cerrar correctamente la portezuela. El tren continuó su trayecto y al abandonar la estación de Villaverde y el puente sobre el Manzanares, frente al Cerro Negro, el niño de cuatro años se recostó sobre la portezuela, cayendo a la vía del tren. Al ver lo sucedido, la madre quiso arrojarse con él, siendo impedida por su asistenta, ya que la esposa del boticario de Pinto estaba embarazada. Hicieron uso del timbre de alarma, pero el timbre no funcionó.

Al ir el tren en este tramo a poca velocidad, por ir cuesta arriba, el niño quedó con vida en su caída. Se pudo levantar y anduvo unos pocos pasos, pero aturdido por el golpe volvió a caer, pero en esta ocasión lo hizo en la vía opuesta, donde poco después iba a pasar el mixto de Alicante.

El maquinista del mixto de Alicante llegó a ver al niño. Intentó frenar su tren, pero fue imposible por ir cuesta abajo. El tren terminó arrollando al niño. Con el impacto le abrió la cabeza y cortó una pierna y un brazo al angelical niño. Dos empleados de la línea recogieron el cuerpo del pobre niño, que falleció en el acto.

El entierro del niño José Picazos Parreño se verificó dos días después en el Cementerio de Pinto, asistiendo las autoridades y el pueblo entero de Pinto, conmocionado por la tremenda y horrible desgracia. El Sr. Picazos y su señora tenían grandes simpatías con su vecindario

A los pocos meses de este terrible accidente ocurrió otra desgracia similar y en el mismo lugar. Un niño de ocho años de edad estaba asomado a la ventanilla mientras viajaba en el tren. En un momento se abrió la portezuela y se precipitó sobre las vías, falleciendo a las pocas horas.

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