Recreación de la detención elaborada por IA

En junio de 1899, la «tranquila» cárcel de Pinto se convirtió en escenario de una fuga que haría correr tinta en todos los periódicos de la capital. El protagonista: un delincuente reincidente apodado Pepe el Largo. La resolución del caso, sin embargo, esconde una historia mucho más sorprendente de lo que entonces se publicó.

Aquel verano, los titulares de los periódicos madrileños coincidieron en señalar una noticia que captó la atención del público: la fuga y posterior captura de José de la Iglesia, alias “Pepe el Largo” o «Largo Salamanquino«, un conocido delincuente condenado por el célebre robo de la Equitativa, realizado en uno de los pisos del palacio de la Equitativa.

Pepe el Largo había sido sentenciado a seis años y medio de presidio por este robo. Cuando era trasladado al penal de Cartagena para cumplir su condena, alegó una repentina enfermedad y quedó ingresado en la cárcel de Pinto. Pero no tardó en esfumarse. La cárcel de Pinto ya comenzaba a ganar fama como lugar elegido por los penados para sus fugas.

La fuga sacudió al sistema penitenciario, y las consecuencias fueron inmediatas: el alcaide de la cárcel de Pinto fue encarcelado de forma inmediata mientras se investigaba su posible complicidad o negligencia. La prensa madrileña no tardó en volcarse en el caso. Días después, el 27 de junio, varios diarios —El Imparcial, La Época, El Resumen, El Español— se hacían eco de una noticia que parecía cerrar el capítulo con final feliz: la captura de Pepe el Largo en la calle de Chamartín, gracias a la perspicacia de los guardias de seguridad del distrito de Buenavista, los guardias Luis Ruiz y Pedro Recio.

Según esas crónicas, uno de los guardias, en su rato libre, siguió una pista que lo llevó en pocas horas hasta el escondite del criminal. La operación fue tan eficiente que se hablaba de «un servicio que merece el aplauso y el premio de sus jefes«. La detención, además, permitía la excarcelación del alcaide de Pinto, cuya situación comenzaba a resultar insostenible.

Noticia publicada en El Resumen del 27 de junio de 1899

Pero algo no encajaba del todo.

Dos días después, el 29 de junio, La Correspondencia de España arrojó una luz distinta sobre lo sucedido. La captura no fue fruto del olfato policial ni de una intuición afortunada. Detrás del hallazgo se escondía una figura inesperada, silenciosa y decidida: la esposa del alcaide.

Ella, sin ayuda de nadie, averiguó el paradero exacto de Pepe el Largo en Madrid. Incluso llegó a disfrazarse para no ser reconocida por el fugado. Cuando informó a los agentes, éstos solo tuvieron que presentarse en el lugar indicado. Su labor, tal como confesaban los propios diarios, «se redujo a detenerlo».

Noticia publicada en La Correspondencia de España del 29 de junio de 1899

Así, la historia de esta fuga adquiere otra dimensión: la de una mujer anónima cuya determinación no solo permitió la detención de un criminal, sino que salvó el honor —y la libertad— de su marido. Mientras la prensa elogiaba la eficacia policial, el verdadero mérito se encontraba en las sombras, allí donde muchas veces se fraguan las gestas más silenciosas y valientes.

En una época donde los actos heroicos femeninos rara vez ocupaban titulares, esta historia merece ser recordada no solo por la audacia del fugitivo, sino por el valor, la inteligencia y la entrega de una mujer que, disfrazada y sola, logró lo que todo un cuerpo de seguridad no había conseguido.

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