Ángel Pascual Cobo junto a su hijo Ángel Pascual Martín, creadores de la Piscina Los Ángeles

Este verano tuve el placer de compartir en ePinto un artículo que rememoraba los entrañables recuerdos que me evocaba la emblemática Piscina Los Ángeles. Este icónico lugar ha dejado una huella imborrable en los veranos de Pinto durante cuatro décadas.

Tras la publicación, Belén, hija de Ángel Pascual, el propietario de la piscina, se puso en contacto conmigo para expresarme su agradecimiento por haber redactado «tan bello texto«. Según me comentó, el artículo llegó a emocionar a sus padres.

El pasado 7 de diciembre tuve el privilegio de conocer en persona a Belén y a su padre Ángel, una persona extraordinaria. En el encuentro entablamos una enriquecedora conversación sobre la fascinante historia de la piscina. Fue una experiencia única poder compartir momentos y anécdotas con quienes fueron parte fundamental de un lugar tan significativo para los vecinos de Pinto.

LOS ORÍGENES

Para comprender la historia de la piscina es esencial remontarnos a D. Ángel Pascual Cobo, un hombre clave en su origen. Inicialmente desempeñó el rol de encargado en el Club Velázquez, ubicado en María de Molina, el cual destacaba por contar con pistas de tenis y una imponente piscina. En este club comenzó de niño Manolo Santana, ejerciendo de recogepelotas. D. Ángel le ayudó en todo lo que pudo.

En 1949, movido por una visión emprendedora, decidió establecer una piscina en el barrio de Usera. La empresa no estuvo exenta de desafíos y dificultades, ya que las viviendas humildes del barrio carecían de suministro de agua corriente. Para superar este obstáculo, D. Ángel se vio obligado a traer el agua desde la antigua carretera de Toledo, logrando así la llegada del agua para todos los vecinos.

La Piscina Usera se inauguró en 1950, convirtiéndose en un punto de referencia para la comunidad. Sin embargo, en 1956, los terrenos de la piscina fueron expropiados por el Ministerio de la Vivienda para la construcción de viviendas, marcando un giro en la trayectoria del lugar.

No obstante, D. Ángel no se rindió y, en respuesta a la adversidad, construyó una nueva joya: la Piscina Marbella, ubicada en el actual Parque Sur, próximo a Plaza Elíptica. Esta nueva piscina se erigió como uno de los complejos acuáticos más importantes de Madrid, consolidando así el legado de D. Ángel Pascual Cobo como un visionario en el desarrollo de estos espacios recreativos.

Junto a su padre, Ángel Pascual Martín emprendió la construcción de la Piscina Los Ángeles en 1967, y su apertura se llevó a cabo un año después. El nombre de este enclave se inspira en los nombres de pila tanto del padre como del hijo, además de su proximidad al Cerro de los Ángeles.

Más tarde, se materializó la costosa construcción de una entrada directa desde la carretera nacional. A finales de la década de los años 60, se alquilaron terrenos al Ayuntamiento de Pinto ubicados entre la Piscina Los Ángeles y el edificio de Telefónica. En este espacio, se erigió un amplio estacionamiento y se instalaron seis pistas de tenis de tierra batida. Surgió así un vibrante Club de Tenis, destacando entre sus miembros los talentosos Lebrón, quienes demostraron un notable nivel de juego.

Poco después de la inauguración de la piscina, Ángel recuerda como algunas mujeres de Pinto, reconocibles por sus pañoletas negras, se dirigían hacia las cercanías del complejo por un camino que provenía del pueblo, junto a la carretera nacional, para observar a las mujeres que disfrutaban del sol en bikini. Era el año 68 y aquello era una auténtica novedad en Pinto. Con el tiempo, los autobuses de Esteban Rivas empezaron a operar desde Madrid, llegando a haber hasta ocho de ellos en algunos domingos. Aquellos bañistas que eran residentes de Pinto disfrutaban de tarifas de entrada reducidas.

La atmósfera en la piscina era excepcionalmente agradable y familiar. Durante un soleado domingo, las instalaciones podían albergar a 2.000 personas. Para todos ellos, más que un simple negocio familiar, la piscina representaba un estilo de vida. Los tres hijos de Ángel, desde temprana edad, fueron educados para contribuir trabajando durante el verano junto al resto de los empleados, comprendiendo así el esfuerzo necesario para ganarse la vida.

La piscina contaba con dos restaurantes. El mesón o merendero ofrecía delicias como las hamburguesas de Amparo, la tortilla española, ensaladas, las famosas sangrías de verano, bocadillos de panceta, entre otros. Los usuarios disfrutaban de sus comidas bajo las parras, mezclando los sabores con la comida que traían consigo, acompañados por la música de la máquina de discos.

Ubicado en la planta baja, el restaurante y la cafetería, operando en formato de autoservicio, abrían sus puertas a las 13h30 y concluían sus servicios a las 17h00. La piscina llegaba a tener 25 empleados. Al finalizar la temporada de verano, algunos de ellos emprendían juntos viajes para recorrer Europa, compartiendo experiencias más allá de las jornadas laborales en la piscina.

La versatilidad del lugar se destacaba en la celebración de eventos como comuniones y bodas, llegando a acoger hasta 400 comensales en ocasiones especiales, como las comidas de la Cruz Roja durante el mandato de su presidente, Pepe del Pozo.

El diseño de la piscina fue concebido por el catedrático Nácher. Una característica única era la galería visitable que rodeaba la piscina, construida con hormigón, semejante a la pared de la piscina. Esta galería, funcionando como vaso de expansión, albergaba todo el sistema de tuberías, mientras que los rebosaderos tragaban continuamente y garantizaban una limpieza continua, manteniendo la piscina en impecable estado a lo largo de sus 40 años de servicio.

Por otro lado, la piscina destinada a los más pequeños, construida en forma de playa redonda, fue una ingeniosa idea del abuelo, concebida con el propósito de fomentar la confianza de los niños en el agua.

La premisa fundamental que ha guiado a las tres generaciones de la familia Pascual ha sido la prioridad de mantener una limpieza absoluta en las instalaciones y un agua cristalina en la piscina.

Durante todo el año, se dedicaban a preservar una pradera y unas instalaciones en óptimas condiciones, obteniendo ingresos solo durante los tres meses de verano. La estabilidad del negocio dependía en gran medida de las condiciones climáticas, y cualquier periodo de mal tiempo durante tres domingos consecutivos afectaba significativamente en los resultados económicos. En su primer año de apertura, la recaudación fue la mitad en comparación con la Piscina Marbella.

EL CIERRE DEFINITIVO

Finalmente, cerraron al concluir la temporada de 2007, una decisión motivada por diversas dificultades. La competencia en precios con la Piscina Municipal resultaba insostenible. Además, la búsqueda de personal cualificado, desde cocineros y camareros hasta médicos y dos ATS, se tornaba cada vez más problemática, y los socorristas ya no mantenían la misma atención. A lo largo de los 40 años de la piscina, nunca se registró un ahogamiento, un logro que Ángel estaba decidido a preservar.

Tras la finalización del contrato de alquiler, el Ayuntamiento de Pinto asumió la propiedad de las pistas, lo que llevó a los propietarios de la piscina a adquirir una finca de 12 hectáreas al marqués Roca de Togores. En este nuevo terreno, instalaron un amplio aparcamiento y modernas pistas de tenisquick.

A sus 80 años, Ángel comparte con nosotros que su mayor logro es ver a sus tres hijos trabajando juntos durante muchos años y sin enfrentar problemas. Actualmente, los tres, Belén (publicista), Daniel (ingeniero informático) y Mónica (veterinaria), se dedican a la empresa familiar de alquiler de pisos y a Pintopadel, que acaba de cumplir 10 años y ahora forma parte del Club Deportivo Los Ángeles. Ángel, además, disfruta de la compañía de sus seis nietos y de su pasión, el cuidado de su gran colección de bonsáis. El Club Deportivo Los Ángeles tiene sus raíces en las pistas de tenis de tierra batida que fueron inauguradas a finales de los años 60 en la Piscina Los Ángeles.

Ángel Pascual cuidando de su gran colección de bonsáis, una de sus grandes pasiones.

Ángel destaca por ser una mente privilegiada y un brillante inventor. A él se le atribuyen la ingeniosa idea de utilizar cubitos de hielo para regar los bonsáis, la aplicación del soplete en la cocina y la invención de un cortador de papel film equipado con una resistencia. Su creatividad y genialidad no solo resultan impresionantes, sino que también generan admiración entre sus trabajadores.

LOS RECUERDOS DE BELÉN

Belén Pascual, hija de Ángel, aún evoca con cariño los sonidos que marcaban las mañanas en la Piscina Los Ángeles. El murmullo de los chorritos de la piscina infantil se convertía en la melodía que la despertaba, seguido por la algarabía de niños que corrían y gritaban, anunciando el inicio de los cursos matutinos. También resuena en sus recuerdos las primeras voces que daban los buenos días, el estruendo del camión de la cerveza y de Coca-Cola descargando su mercancía, el sonido de la manguera baldeando el suelo, y las palabras de su padre asegurando que «hoy tenemos el agua cristalina» o instando a «llamar a más extras, que ha amanecido muy bueno«.

Cada miembro de la familia desempeñaba su papel: su hermano Daniel manejaba la cortadora de césped, su hermana Mónica atendiendo pedidos, su madre Isabel cuidando meticulosamente cada detalle de la decoración y ordenando hasta el último rincón. Todo estaba orquestado hasta el mensaje de «Atención personal, ocupen sus puestos; la piscina abrirá sus puertas en cinco minutos«.

Entonces, las puertas se abrían y la gente empezaba a llegar. Los primeros autocares procedentes de Madrid marcaban el comienzo de un día ajetreado. Belén quiere rendir un homenaje especial a su querido conductor y amigo, Luis Batanero, quien, lamentablemente, perdió la vida en un trágico accidente de moto.

Los abonados ocupaban sus lugares habituales, instalándose en sus sombras por tradición, mientras nuevas caras elogiaban el esmero palpable en cada detalle del negocio. La mezcla de caras conocidas y recién llegadas les llenaba de orgullo, ya que confirmaba que se apreciaba el cuidado y la dedicación que se ponía en cada aspecto del lugar.

Y entonces, se observaba cómo la clientela expresaba su agradecimiento por la constante disponibilidad de hamacas y sombras, así como por la impecable condición de los cuartos de baños y vestuarios. La gente solía elogiar diciendo: «Puede que sean un poco más caros, pero realmente lo valen«. Estas palabras generaban un sentimiento de orgullo entre los propietarios, ya que reflejaban el reconocimiento de los clientes.

Lo que no era evidente para los visitantes era la otra cara de la moneda. En los fines de semana, considerados los mejores del verano, cuando amanecía lloviendo, su abuelo solía comentar: «nos han robado la cartera«. Esto se debía a que, si no se aprovechaban los tres fines de semana claves del verano, el negocio no resultaba rentable. En esos momentos, el hombre más crucial en la casa era «el hombre del tiempo«.

Sin embargo, cuando el clima era favorable, era un deleite ver cómo todo el engranaje funcionaba a la perfección. El número de empleados diarios podía triplicarse con la incorporación de extras durante los fines de semana. Jacinta, el alma mater del restaurante, se encargaba de cada detalle en la cocina. Durante la calma de la semana, preparaba minuciosamente todo lo necesario para atender a la gran multitud del fin de semana, suministrando de todo al mesón, incluso preocupada por la gente que esperaba en la cola para acceder al autoservicio, proporcionaba chupitos de gazpacho y sus croquetas para hacer más llevadera la espera.

Algunos de los veteranos, como Jacinto, el guardés y jardinero, y Tomás, encargado de la entrada y de los mensajes por megafonía, a quien le decían que anunciara nombres con doble sentido como «María Fontaneda la esperan en el mesón» para echarse unas risas,. Pablo, en el vestuario, Juanito, el vigilante del trampolín, mantenía a todos en línea bajo su bigote y sus gafas al estilo Cherif, velando por que nadie se ahogara y manteniendo el orden y la seguridad. Todos se divertían con su famosa frase: «Estoy negro y no es del sol«.

Son innumerables los trabajadores que pasaron por la piscina a lo largo de sus 40 años de vida, y Belén pide disculpas por no poder mencionar a todos, recordando solo a los más veteranos. Pero sí quiere expresar su reconocimiento a todos por haber formado, en algún momento de sus vidas, parte de esta gran familia de la Piscina Los Ángeles.

4 COMENTARIOS

  1. Las hamburguesas de Amparo….Tomás , Pablo , Luis …..Todavía me duelen las patadas «cariñosas» que me daba el mal logrado Luis cuando jugábamos al fútbol jeje….Gracias Familia Pascual por hacer de mis veranos los mejores.Gracias Don Angel por el trato que diste durante años y años a mi padre ( Juanito). Si lo leéis, un saludo Mónica, Belén, Dani , Don Angel e Isabel.

  2. Hola Iván, saludos a toda tu familia, gracias a tu padre porque formó parte de nuestra historia, tanto en verano como en invierno. Como algunos han dicho siempre fue un gran sheriff acechando con su mirada oculta bajo sus gafas oscuras y manteniendo el orden. Todos vivimos una infancia muy especial en la piscina. Saludos de mis hermanos y mis padres a toda la familia, esperamos que todos esteis bién. Belén.

    • Gracias a dios todos estamos bien….espero que vosotros también lo estéis!!!!…. llevo años diciendo a mis hijos que no saben lo que era un verano Feliz jejeje….14 años tienen….como me hubiera gustado que hubieran disfrutado de la piscina….eso sí que era ciudad de vacaciones y no Marina’dor jejeje

  3. La mejore piscina de Madrid a mi me pillo en la adolescencia y disfrutaba como nunca cada vez qibamosbla panda de amigos era cata pero compensaba

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