¿Quién no recuerda a la Piscina los Ángeles?

Era lo más top de la época, la de mayor prestigio y también la más cara, por supuesto. Era una piscina conocida en todo Madrid. ir a la piscina los Ángeles denotaba cierta clase social y poderío económico.

De ella todo son buenos recuerdos. Entrabas a los enormes vestuarios y olían a ese característico aroma de aftersun y aceite de coco. Me encantaba ese olor. Lo primero de todo era coger sitio, extender las toallas y dejar las mochilas en aquellas inmensas praderas con frondosos árboles que daban buena sombra. Si llegabas de los primeros también podías coger una tumbona. Sí, sí, había tumbonas, que se encontraban repartidas por toda la instalación. ¡Menuda gozada era!

Rápidamente acudías a aquella piscina infantil en la que había esculturas de animales, como la foca de la que brotaba agua por su boca, la caracola, los dos toboganes y los chorros que salían del suelo. Había que llegar hasta la pequeña plataforma que había en el centro de la piscina circular para tirarte posteriormente. Toda una aventura.

Y qué decir del merendero que tenían detrás del restaurante y la cafetería, que eran también muy grandes. La deliciosa leche merengada del bar, que con tanto mimo preparaban. O aquella máquina que había en el merendero en la que por 50 pesetas podías elegir una canción. Quien se lo podía permitir, comía en el restaurante, otros llevábamos el bocadillo preparado desde casa para comerlo en el merendero. Y después de comer, por supuesto, había que guardar escrupulosamente las dos horas sin meterse al agua que marcaba «la ley«. Había que hacer la temida digestión. Era el momento de jugar al pin pon, al futbolín o a la máquina de petacos.

Eran muy numerosos los autocares que traían a bañistas de todas las zonas de Madrid capital y de los pueblos cercanos. Venían a bañarse porque no había otra piscina en todo Madrid mejor que la piscina los Ángeles.

Y cuando ya tenías más edad era el momento de la piscina grande. Aquella del temido trampolín de dos alturas. Aquella que cuando nadabas y pasabas por encima del mosaico del pez, intentabas nadar más rápido porque nadar sobre aquel vertebrado acuático daba un poco de mal rollo. Era la piscina en la que el socorrista era Juanito, el «tío del bigote«, al más puro estilo Guardia Civil.

Recuerdo perfectamente a un señor con sombrero americano, su mini bañador y sus cuatro pelos, al que llamaban Juanito, el Pistolas, que acudía asiduamente a la piscina y siempre realizaba el mismo ritual antes de lanzarse a la piscina desde el trampolín. Era muy curioso y toda una atracción para los usuarios. Después de lanzarse, generalmente mal, todo el mundo aplaudía y le aclamaba. Juanito nadaba a cuchillo hacia la escalera y orgulloso de su nueva gesta salía de la piscina.

Al finalizar la jornada la megafonía anunciaba la salida de los autobuses a Madrid. Los jóvenes pinteños y muchas familias teníamos que regresar a pie, y había una distancia considerable, pero haber disfrutado de la jornada lo merecía. Con el cierre de la jornada, llegaban los cursillos de natación de última hora, unos cursillos que vieron pasar a cientos de generaciones y generaciones de vecinos. ¡Qué recuerdos!

Desgraciadamente la piscina cerró en 2007 y desde entonces todo se han convertido en bonitos recuerdos. Seguro que tu también tienes los tuyos, compártelos en nuestras redes para que todos podamos revivir aquella época maravillosa.

2 COMENTARIOS

  1. Me ha traído muy buenos recuerdos la lectura de este artículo, pero echo en falta que se mencione a muchas personas que fueron el alma mater, durante muchos años, en sus respectivos puesto.
    Mi madre, la señora Pilar Alarcón, que era la responsable del vestuario de señoras y se encargaba de que todo estuviera a punto y atendía a todas las señoras con mucho cariño y respeto. Un ejemplo de humanidad y de buena persona.
    Mi cuñado, Luis San Pedro, responsable del restaurante y de la cafetería durante cerca de treinta años. Un ejemplo de persona y de profesional. Por suerte termino su vida laboral en el Colegio Maravillas de Madrid.
    No puedo tampoco olvidarme de mi hermana Toñi Alarcón, responsable de la cuentas, comandas en el restaurante, nóminas…
    Y finalmente, recuerdo mis veranos en la tienda de la entrada de la piscina , donde vendía bañadores, bronceadores, flotadores, toallas… Poco a poco fuimos introduciendo prensa, helados, alquiler de ping-pong…
    Siento mucho que Belén tenga tan poca memoria y se haya olvidado de esta maravillosa familia que contribuyó a qué la Piscina los Ángeles fuera lo que fue en aquellos años . Un abrazo. Agustín Alarcón.

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