En el corazón de Pinto, junto a la serena presencia de la ermita del Cristo, se encuentra un vestigio que evoca la memoria de una época dorada y de sus ilustres moradores: la familia Weyler. Este lugar, marcado hoy por una puerta metálica ornada con las iniciales de Teresa Santacana, esposa del general Valeriano Weyler y I marquesa de Tenerife, guarda en sí la historia de una vivienda que fue más que un mero hogar; fue un refugio de amor, pérdida y compasión.

La ermita del Cristo, que se situaba a extramuros de la villa, acompañada de una gran huerta cercada, ha sido testigo de la evolución histórica y arquitectónica de Pinto. Su fisionomía externa, conocida gracias a la litografía del naturalista Juan Mieg de mediados del siglo XIX y a fotografías de principios del siglo XX, experimentó cambios significativos que nos llevan a reflexionar sobre la influencia benefactora de la marquesa de Tenerife.

Desde los albores del siglo XX hasta principios de los años 60, la casa de los Weyler se erigió en una amplia parcela que se extendía en un espacio que originalmente fue la huerta de la ermita del Cristo. Esta finca, ahora convertida en colegio donde únicamente la puerta perdura como único testigo físico, fue el escenario donde la marquesa de Tenerife buscó consuelo y recogimiento tras el prematuro fallecimiento de su hija Teresita en 1895.

Teresa Santacana, I marquesa de Tenerife

Teresa Santacana y Bargalló, I marquesa de Tenerife, fue una mujer de excepcionales cualidades humanas y culturales. Su profundo dolor por la pérdida de su hija la llevó a refugiarse en la intimidad de su hogar en Pinto, donde, lejos de los reflectores de la sociedad, dedicó su vida a la memoria de Teresita. La marquesa, conocida por su gran corazón y su modestia, encontró en la caridad y en la fundación de un orfanato en San Quintín, una forma de honrar a su hija y de mitigar su propio sufrimiento. Es bastante probable que, movida por una profunda fe y el deseo de perpetuar la memoria de su hija Teresita, la marquesa de Tenerife pudiera haber donado fondos para la restauración de la ermita del Cristo. Este acto de devoción y generosidad no solo refleja el carácter compasivo de la marquesa sino que también destaca su papel como mecenas en un momento crucial, cuando otros edificios eclesiásticos de Pinto enfrentaban el abandono y la ruina.

La finca sirvió de residencia al general Weyler después de la muerte de la marquesa en 1920, y posteriormente a los duques de Rubí e hijos.

Puerta metálica con las iniciales de Teresa Santacana, esposa del general Weyler

La puerta metálica con las iniciales de Teresa Santacana, que se mantiene prácticamente idéntica a como estuvo originalmente, es ahora un portal hacia el pasado, invitando a los transeúntes a reflexionar sobre la historia y las vidas que se entrelazaron en este lugar.

La transformación de la ermita, que difiere notablemente de su aspecto original a mediados del siglo XIX, sugiere una intervención significativa. La ayuda de la marquesa habría sido fundamental para realizar obras de mejora, otorgándole a la ermita el aspecto digno y reverente que actualmente posee. En esta reconstrucción se realizó la portada actual, rematada con dos pináculos piramidales y una espadaña, rematada por un frontón y una cruz de hierro, que acoge a la campana. Este gesto de la marquesa, en un período donde la ermita de Santiago, la iglesia parroquial y el convento de las monjas capuchinas mostraban importantes signos de deterioro, subrayaría un compromiso excepcional con la ermita y su fe.

EL ESCUDO DE LA ERMITA

Escudo del general Weyler en la ermita del Cristo

La ermita del Cristo alberga en su estructura un escudo en piedra, colocado en su actual emplazamiento a principios del siglo XXI. Este escudo, acuartelado en cruz y timbrado con una corona ducal, no es otro que el del general Weyler. En el primer cuartel del escudo aparecen cinco puntas de lanzas, que corresponden al ducado de Rubí, un título que recibió el general el 29 de octubre de 1920. El perro o lobo pasante con un árbol detrás y la bordura con cruces de San Andrés aparece en el segundo cuartel. En el tercero hay un perro rampante y el cuarto, con una bordura de roeles, hay un árbol.

Mi hipótesis sobre el escudo de la ermita, que atribuía al general Weyler, se ha confirmado como cierta. Don Fernando Weyler Sarmiento, IV marqués de Tenerife y bisnieto de Valeriano Weyler, me ha verificado que efectivamente pertenece al general.

Esta confirmación directa de que el escudo que adorna con orgullo la ermita del Cristo perteneció al general Weyler no solo valida la teoría de la influencia de la familia Weyler en la reconstrucción y embellecimiento de este emblemático lugar de culto sino también añade un capítulo importante a la historia local de Pinto. El legado del general Weyler, una figura clave en la historia de España, se extiende así de manera tangible en el espacio público y espiritual de nuestro municipio.

Durante una charla, Pablo Tomás González me reveló que, en sus orígenes, el escudo se encontraba en la fachada norte de la ermita, orientado hacia la finca de los Weyler.

Este descubrimiento fortalece el vínculo entre el pasado y el presente de Pinto, recordándonos que la historia es un tejido vivo, compuesto por las historias de quienes nos precedieron. La confirmación de don Fernando Weyler Sarmiento no solo enriquece nuestro conocimiento del pasado sino que también nos inspira a seguir explorando, descubriendo y valorando nuestra herencia cultural.

Vídeo sobre la influencia de la familia Weyler en la ermita del Cristo de Pinto

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