Un programa de festejos basado en música, deporte, actos religiosos y toros

Así fueron las Fiestas de Pinto de 1995: música, peñas, toros y un pueblo volcado en su Virgen de Agosto

En agosto de 1995, Pinto vivió unas Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Asunción que quedaron grabadas en la memoria colectiva por su intensidad, su variedad y el ambiente popular que se respiró en cada rincón del municipio. Corría el primer año de mandato del nuevo gobierno municipal tripartito —formado por PSOE, Plataforma Ciudadana e Independientes de Pinto— encabezado por el alcalde Antonio Fernández González, recientemente fallecido, y el reto era ofrecer a los pinteños un programa que combinara tradición y modernidad, religiosidad y diversión.

Un arranque con humor y sabor popular

El pistoletazo de salida lo dio el pregón del humorista Félix “El Gato”, que puso la primera sonrisa a unas celebraciones que se prolongaron durante siete días. Desde entonces y hasta el 15 de agosto, las calles se llenaron de música, deporte, actividades culturales, festejos taurinos y actos religiosos.

A pesar del importante presupuesto municipal, que superó los 40 millones de pesetas, es decir 240.000 euros de la época (156.000 € para conciertos, 48.000 € para festejos taurinos y el resto para cultura), uno de los grandes protagonistas fueron las peñas y grupos juveniles. Con apenas 1.200 €, organizaron sus propias actividades: ginkanas, piscina nocturna, cucaña, dianas floreadas… devolviendo a la fiesta ese aire popular que muchos sentían perdido. Su implicación y creatividad demostraron que no hacía falta un gran talonario para lograr un ambiente festivo.

Música para todos los gustos

Si algo definió a las fiestas de 1995 fue la potente programación musical. Por el escenario del Campo Municipal de Deportes —hoy Amelia del Castillo— pasaron figuras de primer nivel como La Década, El Consorcio, Revólver, Pimpinela, Rosario y Joaquín Sabina, mientras que en el Polideportivo Egido —hoy Alberto Contador— actuó el legendario Juanito Valderrama junto a su esposa Dolores Abril. El cambio de ubicación de los grandes conciertos, del polideportivo al campo de fútbol, fue discutido por algunos, pero aplaudido por la mayoría por permitir un mayor aforo.

Los datos hablan por sí solos: entre 10.000 y 12.000 espectadores acudieron a los conciertos, con Rosario y Sabina como máximos reclamos. La actuación de Rosario Flores llegó marcada por la tragedia familiar vivida en mayo de aquel año —la pérdida de su madre, Lola Flores, y su hermano, Antonio Flores—, lo que atrajo una atención especial. Sobre el escenario cumplió con un espectáculo a la altura, aunque entre bastidores no faltaron anécdotas por sus exigencias y peculiaridades.

Joaquín Sabina fue el encargado de cerrar las fiestas con un recital de tres horas acompañado de Carlos Varela, Caco Senante y una banda de excelentes músicos, repasando sus temas más conocidos ante un público entregado. También Revólver, con Carlos Goñí al frente, presentó su disco Eldorado; Pimpinela agradeció el cálido recibimiento del público pinteño; y El Consorcio confesó sentirse muy a gusto con la respuesta del municipio.

El recinto ferial de la época —ubicado en lo que hoy es el Parque José Crespo— también vibró cada noche con las orquestas Yakarta, Diamante y Brisas, que animaron hasta altas horas, no sin quejas vecinales por el ruido. El nuevo alcalde prometió entonces buscar un emplazamiento más alejado, y así fue: en 1996 las fiestas se trasladaron al recién urbanizado barrio de Parque Europa.

Entre procesiones y encierros

En el plano religioso, la Novena y la Misa en el Monasterio de Nuestra Señora de la Asunción el 14 de agosto y la procesión de la Virgen el día 15 marcaron el corazón espiritual de las fiestas, como manda la tradición.

En cuanto a los festejos taurinos, se celebraron encierros los días 13, 14 y 15 a las ocho de la mañana, siendo seguidos con expectación. Para mejorar la seguridad, el Ayuntamiento contrató a diez cortadores profesionales que ayudaron a los mozos más osados a salir de situaciones comprometidas. Los actos taurinos incluyeron una novillada con picadores —con Daniel Sierra, Javier Clemares y El Macareno—, una becerrada popular y el espectáculo cómico de Popeye el torero y sus enanitos marineros. Sin embargo, la opinión general fue que los toros seguían siendo el punto más flojo del programa.

Cultura, tradición y fuegos de artificio

El XVII Festival de Bandas de Música Ignacio Hidalgo, en honor al primer director de la Banda de Pinto, reunió en el antiguo teatro del Centro Municipal de Cultura —hoy desaparecido— a las bandas de Pastrana, Villarejo de Salvanés y la propia de Pinto. La oferta cultural se completó con espectáculos como el Ballet Folklore Zabor, la obra Madrid es un Sainete, la actuación de Esmeralda de Triana y una muestra del Taller de Escultura de Pilar Oraa.

La traca final de fuegos artificiales iluminó el cielo la noche del 15 de agosto, cerrando unas fiestas que, treinta años después, siguen recordándose como unas de las más completas y participativas de la década.

Aquellos días de 1995 dejaron claro que, en Pinto, la Virgen de Agosto es mucho más que una fecha en el calendario: es tradición, música, convivencia y orgullo de pueblo.

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