Finalizadas las tradicionales Fiestas del barrio del Prado, relatamos una simpática anécdota de una de las vecinas más populares y queridas del barrio del Prado: Concha, la Panera.
Era una noche de verano. Antonio, hijo de Concha, lloraba desconsolado por un fuerte dolor de muelas. Concha mandó a su hijo mayor, Ángel, el Piyayo, a llevar a su hermano a ver a don Miguel Marín, en la calle doctor Isla, cuando el médico de Pinto residía en la casa de la señora Cruz (Cruz Granados Lastra).
Piyayo llevó a su hermano hasta la casa-consulta de don Miguel, en la calle doctor Isla, 8, y llamaron a la puerta. Después de varias llamadas apareció el médico, con un pijama de rayas, diciendo:
–¿Qué pasa? ¿A estas horas qué pasa?
–Mi hermano Antonio que tiene un fuerte dolor de muelas.
–Dile a tu madre que venga mañana y le saco la muela.
Regresaron al barrio del Prado y Antonio seguía llorando. Al ver a su hijo llorar, Concha preguntó:
–¿Qué pasa?
–Que me ha dicho don Miguel que vayamos mañana.
–¿Cómo?
Concha cogió a su hijo y fueron andando hasta la casa del médico. Llamó al timbre de la amplia puerta insistentemente. Salió don Miguel con su pijama de rayas y Concha, sería y con voz fuerte, le dijo:
–O le sacas la muela ahora o te doy dos hostias.
Don Miguel, asustado, sacó la muela al instante.
Y es que Concha era mucha Concha. Una mujer luchadora, espontánea, llana, clara, divertida y valiente. Una superviviente nata, generosa y con un gran sentido de la justicia que la llevó a enfrentarse con alcaldes, curas o guardias civiles. Con su voz alta y fuerte defendía sus convicciones y si sus derechos eran pisoteados no dudaba en insultar y, si era necesario, llegar a las manos.
Una mujer auténtica del barrio del Prado.