El significado de la popular frase es estar indeciso, vacilante entre dos cosas u opiniones parecidas o próximas, ambigüedad, indefinición, adoptar una actitud ecléctica, es decir, ni lo uno ni lo otro. Asimismo, también se aplica al que se encuentra en estado de ebriedad, medio borracho o entre dos luces.
Orígenes de la expresión
Su origen nos remite a un fervoroso admirador de Baco que vivía en Pinto y que solía ir a Valdemoro a emborracharse, por creer que en este pueblo había mejor vino. Dividía los términos municipales el cauce de un arroyo, casi siempre en seco, y una noche, el protagonista de esta historia se entretuvo en un divertido juego. Saltaba el arroyo y gritaba: “¡Ya estoy en Pinto!”. Un salto al otro lado, y “¡Ya estoy en Valdemoro!”. Un rato estuvo entretenido en tan geográfica diversión, hasta que al dar uno de los saltos, intentando alcanzar la orilla contraria, perdió pie y vino a caer al cauce del arroyo, donde, sin ánimos para levantarse, estuvo tendido toda la noche hasta que por la mañana lo encontraron las gentes, entre Pinto y Valdemoro.
Esta misma historia fue contada en el periódico político satírico “GIL BLAS” de fecha 16 de febrero de 1868. En “Viaje a Andalucía”, Florencio Moreno Godino recordaba la historia de la célebre zanja de esta manera:
“Como yo no sabía la historia de la zanja, supongo que tampoco la saben mis lectores.
Allá va, tal como me la contó el enano.
Al día siguiente de haber sucedido en Madrid el motín llamado de Esquilache (marzo 1766), dos de los principales amotinados, viendo fracasada su intentona, se salieron de la corte y comenzaron a vagar por los alrededores, entrando de vez en cuando en algún ventorrillo, para olvidar sus decepciones, ahogándolas en vino.
Uno de ellos era de Pinto y la querencia le atrajo hacia su pueblo. Su compañero le siguió con esa fraternidad que inspira la bebida, y ambos camaradas se hallaron, sin saber cómo ni cuándo, al lado de la zanja en cuestión.
Uno, el más bebido se sentó al borde de ella, mientras el otro, que era el natural de Pinto y que se encontraba en esa primera etapa de la chispa, en la que la lengua y el cuerpo necesitan moverse mucho, comenzó a saltar del uno al otro lado de la zanja.
Esta zanja servía de línea divisoria entre el término de Pinto y el de Valdemoro, cuya circunstancia daba lugar a que el borracho luciese las galas de su imaginación.
Daba un salto y decía:
-Ahora estoy en Pinto.
Saltaba a la parte opuesta y decía:
-Ahora estoy en Valdemoro.
Repitió los saltos y los dichos, pero en una ocasión se le fue un pie y cayó al fondo de la zanja, en donde se quedó tendido a la larga.
Entonces el compañero, que había presenciado gravemente aquellos ejercicios, le preguntó:-¿Y ahora dónde estás?
–Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro.
Según Andrés Marín Pérez, en “Guía de Madrid y su provincia”, de 1888, existían dos maneras de explicar el origen de la frase:
“Dícese que un día había un borracho que iba de Pinto a Valdemoro, y al encontrarse con el arroyo que hay entre ambos pueblos, le dio por entretenerse saltando de un lado a otro y diciendo cuando pasaba del lado de Pinto: Ya estoy en Valdemoro, y viceversa, cuando saltaba de este lado decía: Ya estoy en Pinto. Pero cátate que con el movimiento y los saltos se le fue la vista, y una de las veces cayó en medio del arroyo, exclamando al sentirse mojado: Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro.
Otros dicen que fue originada esta frase porque los reyes tenían costumbre de ir de caza a los montes de los citados pueblos, y que en una ocasión riñeron éstos por cuál había de ser el preferido para la estancia del Monarca. Este cortó la cuestión disponiendo que le pusieran la mesa en el límite de los dos pueblos y que asistieran a la comida vecinos de ambos. Satisfecho el rey con la solución del asunto indicado, parece que bebió bastante, y su primer Ministro se permitió decirle con el debido respecto: Parece que V. M. se va poniendo entre Pinto y Valdemoro.”
Otras explicaciones aluden a la fama que tenían los vinos de los municipios de Pinto y Valdemoro. A principios del siglo XVI hay constancia escrita de que eran muy celebrados los vinos de Pinto y Valdemoro: “Vino tinto, si no hay de Valdemoro, démelo de Pinto”, es un refrán recogido por Rodríguez Marín en su “Diccionario de refranes” de 1926. Luis Martínez Kleiser en su “Refranero general ideológico español”, de 1953, comentó esta última cita diciendo que “el recuerdo de tales vinos creó la frase entre Pinto y Valdemoro, aplicada a los que se alegran con ellos”. También se llamaba pintón al que estaba algo borracho o achispado, por lo que la anécdota del borracho bien pudo ser una aplicación posterior y graciosa de uno que estaba entre Pinto y Valdemoro, es decir, de uno que estaba borracho o ebrio.
El hispanista L. Beinhauer afirmaba en “El español coloquial” que la frase comenzó a decirse de la persona que empieza a achisparse, en alusión figurada al que está bebiendo con cierta desmesura.
Expresiones similares en otros países
De esta manera, en la región de Cuyo, Argentina, cuando se hace referencia a una persona medio borracha, se emplea la locución estar o andar entre San Juan y Mendoza, mientras que si se está en Perú, se dirá entre Pisco y Nazca, ambas equivalentes a la peninsular entre Pinto y Valdemoro. Son variaciones fraseológicas dialectales constituidas por topónimos que hacen referencia a ciudades productoras de vinos por excelencia.
Correas en su Vocabulario afirma que en la lengua castellana es muy usual la paranomasia, que es la semejanza de un nombre con otro, para dar gracia y ambigüedad a lo que decimos.
La frase que nos ocupa sería entonces una manera de decir veladamente que alguien es un borracho, ya que pinta era una medida de líquidos utilizada en las tabernas y que equivalía a casi un litro. Y de aquí, dice, se trajo a cuento Pinto, al que se emparejó Valdemoro por su cercanía. En un emparejamiento similar al de salir de Málaga para ir a Malagón, ir de Guatemala a Guatapeor, de la Ceca a la Meca… Por tanto, la célebre frase quizá empezó significando “estar achispado”, a medio camino entre la normalidad y la borrachera decidida o plena, por la homofonía entre Pinto (lugar) y pinta (medida de algo menos de un litro de vino), según quiere Beinhauer.
Otras explicaciones
El dicho también se aplica al que se muestra conciliador, a las personas diplomáticas que no se inclinan por ninguna de las partes en litigio a fin de no enfadar a ninguna de ellas, en alusión al largo pleito que las diócesis de Segovia y Toledo mantuvieron al respecto de a cuál de ellas pertenecía la comarca. Así la popular frase tiene una explicación más secular y un muy nombre abolengo, regio y pluriepiscopal a la vez. En 1239, con motivo de las constantes disputas entre el obispado de Palencia y las ciudades de Segovia y Ávila con Madrid, por incluir en sus respectivas demarcaciones las tierras de Pinto y Valdemoro, el rey Fernando III el Santo decide asignar Pinto a Madrid y Valdemoro a Segovia. Por entonces, y en su presencia, se colocaron 42 nuevos hitos, algunos aún persisten. Así, “el XVIII mojon so la cabeça Espartosa, e sobre la carrera que va de Pinto a Valdemoro”. Es probable que Fernando III pasara varios días en la Casa de Postas que existía en la línea divisoria, y que al preguntar por el rey en la Corte, alguien respondiera con la conocida frase.
Estos lindes fueron llevados a cabo por Alfonso VII. (1184), Alfonso VIII. (1208) y Fernando III. El Santo (1239).
Las obras de los cronistas Florentino Castañeda (“Entre Pinto y Valdemoro”), Juan José Sánchez (“Una breve historia de Pinto”) y Gonzalo Arteaga (“Pinto: éste es mi pueblo”) apuntan a la presencia de Fernando III el Santo entre ambas villas como el origen a la famosa frase, aunque atendiendo a los estudios más antiguos es más acertada la versión de las bastas plantaciones de viñedos que existían en los límites de ambas poblaciones la que originaría el famoso dicho.
Otra de las versiones que circulan está referida a ciertos vicios reales. Los monarcas de la Casa de Austria visitaban muy frecuentemente la localidad de Valdemoro, ya que era su lugar de descanso en el camino hacia Aranjuez. Entre Pinto y Valdemoro estaba situada una casa de mala reputación, muy frecuentada por uno de estos reyes (Felipe IV). Así, cuando alguien preguntaba dónde estaba el rey, por no decir el sitio verdadero, decía que estaba “entre Pinto y Valdemoro”, palabras que todo el mundo entendía.