La Torre de Pinto, una estructura que se alza como testimonio de una historia rica en nobleza y poder, es un enigma en cuanto a su origen exacto. Aunque existen algunos indicios que permiten aproximarse a una fecha de construcción, lo cierto es que la datación precisa sigue siendo motivo de especulación. Para entender el contexto de la torre, debemos retroceder hasta el siglo XIV, cuando la villa de Pinto comenzó a consolidarse como un punto de importancia estratégica y social.
El Señorío de Pinto y sus dueños
El señorío de Pinto fue fundado en 1359 por el rey Pedro I de Castilla, quien lo otorgó a Fernán Pérez Portocarrero. Más tarde, pasó a manos de Iñigo López de Orozco y después a su hija Juana Meléndez de Orozco. Durante este período, Pinto ya tenía relevancia en la Corte y en los asuntos de la nobleza. De hecho, en 1382, Juana de Orozco fue anfitriona de un encuentro diplomático en Pinto entre Juan I y un embajador portugués, en lo que sería una negociación clave para el matrimonio del rey castellano con Beatriz de Portugal. Este evento deja claro que, ya en ese momento, existía una residencia noble en la villa. Sin embargo, y de acuerdo con las investigaciones más recientes, incluidas las del reconocido estudioso Edward Cooper, no hay pruebas que vinculen esta torre con el castillo mencionado en 1382. Según Cooper, aunque sí se habla de un castillo en Pinto en esa fecha, es poco probable que se refiera al torreón actual, ya que sus características arquitectónicas no se corresponden con el siglo XIV.
La torre y su construcción en el siglo XV
El análisis arquitectónico y los documentos históricos nos ofrecen pistas sobre la posible fecha de construcción de la Torre de Pinto. Por un lado, su aspecto se asemeja a otras torres del homenaje construidas en el siglo XV, como las de Arroyomolinos y la Alameda. Estas torres, con esquinas redondeadas y proporciones similares, compartían características que sugerían una arquitectura defensiva y residencial propia de esa época.
Además, el torreón de Pinto presenta un escudo ajedrezado de la familia Toledo, lo que indica que la torre no pudo haber sido construida antes de que este linaje tomara posesión del señorío, tras la muerte de Juana de Orozco. De hecho, la torre ya se menciona explícitamente en 1479, en el documento en el que Leonor de Toledo estableció el mayorazgo de Pinto en favor de su hijo. Esto sugiere que la construcción del torreón tuvo lugar poco antes de esa fecha, probablemente en la segunda mitad del siglo XV.
La gran señora de Pinto: Leonor de Toledo
Leonor de Toledo es una figura clave en la historia de la Torre de Pinto. Tras casarse en 1456 con Alfonso Carrillo, consolidó el linaje de los Carrillo de Toledo, y se dedicó a unificar el señorío, recuperando los derechos que habían quedado dispersos entre otros miembros de la familia. La importancia de Leonor en la consolidación del poder en Pinto, sumada a los esfuerzos por reforzar la presencia noble en la villa, hacen plausible la teoría de que fue ella quien mandó construir la fortaleza.
El testimonio de Edward Cooper: «Pinto era un castillo auténtico«
En diciembre de 2009 intercambié personalmente varios correos electrónicos con Edward Cooper (1941-2023), uno de los mayores estudiosos de los castillos españoles. En ellos Cooper compartió su visión sobre la Torre de Pinto donde sostenía que, en lugar de una simple torre, la estructura formaba parte de un castillo completo. Cooper imaginaba un recinto rectangular con varias dependencias, en el que la torre del homenaje, que es el único elemento que se conserva en la actualidad, habría ocupado una esquina del recinto. Esta idea desafiaba la noción de que la torre fuera una estructura aislada. En cuanto a la construcción de la torre, Cooper fue tajante: “Las formas arquitectónicas, además de la fortificación intensiva de esta comarca a mediados del siglo XV, desmienten la posibilidad de que la torre en su forma actual sea anterior”. A esto añadió que detalles como las garitas y los modillones son características propias del siglo XV, muy en línea con otras fortalezas de la región, como las de Batres, Torrejón de Velasco, el castillo primitivo de Chinchón, Punoenrostro, Barajas o Pioz.
Al preguntar a Cooper sobre el escudo situado en la cara sur, sobre la ventana enrejada y labrado en piedra, que pude identificar en 2007 que representaba las letras IHS en minúscula (monograma de Jesucristo), Cooper confirmó que «el escudo y las letras son de la segunda mitad del siglo XV«.
El declive y el olvido
A mediados del siglo XVI, cuando los castillos habían dejado de ser frecuentados por sus propietarios, se volvió común que estos fueran cedidos a la justicia real para ser utilizados como prisiones de nobles. La solidez de sus gruesos muros convertía a la Fortaleza de Pinto en un lugar ideal para evitar cualquier intento de fuga. Situada a unas tres leguas de la Corte, ofrecía la distancia justa para mantener a los prisioneros alejados de sus seguidores, pero lo suficientemente cerca para su rápida presentación en los tribunales de Madrid. Mientras algunos reclusos disfrutaban de las comodidades propias de su rango, llegando incluso a pasear a caballo en los patios de la fortaleza o contar con su propio servicio, otros sufrían en las sombrías mazmorras, encadenados y sometidos a torturas que, en algunos casos, culminaban en su ejecución.
A lo largo del siglo XVII, la Torre de Pinto cayó en desuso, al igual que otras fortalezas de la época. Con el tiempo, fue empleada como palomar y, con el crecimiento de la ciudad, quedó integrada en su expansión urbana.
Aunque la Torre de Pinto ha sido objeto de especulaciones sobre su origen, la evidencia disponible sugiere que su construcción data del siglo XV, probablemente poco antes de 1479, durante el mandato de Leonor de Toledo. Con el paso de los siglos, su función y su entorno han cambiado, pero la torre sigue siendo un testigo silencioso de la historia nobiliaria y medieval de Pinto y uno de los monumentos de obligada visita.