Aunque desconocemos tanto al autor como la fecha exacta de creación, el cuadro de Santo Domingo de Silos que existe en la iglesia de Pinto es de suma importancia para nuestra comunidad. Según apunta Jesús Ángel Sánchez Rivera, el cuadro es considerado obra madrileña o toledana.

El cuadro, expuesto actualmente en la sacristía nueva, puede situarse aproximadamente en torno a 1600, una época que refleja claramente el estilo caravaggiesco, caracterizado por la técnica tenebrista que domina toda la obra. La pintura está inmersa en tonalidades oscuras, donde emergen con fuerza las figuras de Santo Domingo de Silos, apoyado en su báculo, y la Mitra del Santo, símbolo de su cargo de Abad. El rostro del oferente se destaca también en medio de esta penumbra.

En la parte superior, una nube luminosa alberga a la Virgen, mientras que debajo, en un cielo inerte, se vislumbra la fachada de una iglesia en un paisaje desprovisto de vida, gracias a la luz que penetra desde atrás. Estas características pictóricas claramente vinculan la obra con el estilo caravaggiesco, dotándola de una atmósfera intensa y sugestiva que resalta la solemnidad del tema representado.

El cuadro destaca por presentar los grilletes que más tarde se convertirían en el símbolo distintivo del sello parroquial de Pinto. Estos grilletes también sirvieron de inspiración para las cadenetas que adornan las lámparas, añadiendo un toque significativo a las columnas de nuestra iglesia. A pesar de la incertidumbre en torno a su origen, la presencia de estos elementos en la obra le confiere un valor inestimable en nuestra historia parroquial.

El cuadro se revela como un exvoto, testamento visual de la liberación de un pinteño cautivo por los moros, cuya redención se atribuye a la intervención de algún fraile benedictino o al propio Santo Domingo de Silos. La pintura ilustra con maestría al pinteño ofreciendo la barra de grilletes y las cadenas al santo, quien, en un gesto de aceptación, deja la mitra a un lado. La escena captura el momento conmovedor en el que la devoción y agradecimiento del cautivo se materializan en un acto simbólico de ofrecimiento hacia su liberador celestial. La expresión de gratitud se traduce en una composición rica en detalles, donde cada elemento contribuye a narrar la historia de la redención y la conexión espiritual entre el pinteño y Santo Domingo de Silos.

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