11 de septiembre de 1897. León Gaudeaux, después de haber dormido en Pinto, llegó caminando por la vía del ferrocarril a a las 10h30 de la mañana a la estación de Atocha de Madrid, donde fue recibido por varios oficiales de Artillería y algunos compatriotas suyos residentes en la corte. El jefe de la estación, D. Diego Párraga, recibió al aventurero, a quien miraba la gente con curiosidad y retrataron varios aficionados. El Sr. Párraga conocía la llegada de Gaudeaux por carta de este desde Córdoba y el envío de un paquete conteniendo la ropa para mudarse a su llegada a Madrid. Le había preparado una habitación para que pudiera asearse y cambiarse de ropa. También había dispuesto un almuerzo para invitar al intrépido explorador en compañía de otros funcionarios de la Compañía.

Publicado en «La Revista Moderna» el 18 de septiembre de 1897

Un periodista de La Correspondencia de España también asiste al almuerzo y entrevista a Gaudeaux en francés, quien le confiesa detalles de su Vuelta al Mundo. Afirma el joven viajero, que además de francés, también hable inglés y alemán, y que donde más ha sufrido ha sido en Marruecos, viéndose en peligro en varias ocasiones. Tiene nueve cicatrices de otras tantas heridas; de ellas cuatro sufridas en Marruecos, y un balazo en la mano derecha que le inutiliza el dedo, causado por un indio en el Far-West. Y manifiesta que para defender su vida ha tenido que matar a 19 personas «más o menos civilizadas». Afirma que ahora solo lleva un cuchillo que le sirve para partir el pan y la comida y también para defensa, aunque la hoja solo tenía 12 centímetros de longitud. En sus exploraciones llevaba dos revólveres, pero fueron robados por los árabes en Marruecos, cuando escapando de ellos llegó a Fez casi en cueros, sin más traje que su camisa destrozada.

El país salvaje que ha sido para él «más hospitalario es el de las Indias de América«, y el que menos la Persia y Afganistán. Ha pasado algunos días sin comer, tres seguidos en Trípoli, y en Marruecos pasó dos meses sin otro alimento que el cuscús. De tantas mujeres diferentes como ha visto, las más bonitas son las sevillanas, aunque la mujer más bonita que ha tenido delante de sus ojos fue una actriz de Nueva York. Afirma también que las mujeres menos agradables eran las chinas, a las que llegaba a calificar de «asquerosas», finalizando «las más fáciles, las belgas y las más difíciles, las moras«.

La hoja de ruta desde su entrada en España, visada y sellada por los jefes de estación, los alcaldes y los cónsules, hace el número 154 de las que en igual forma ha ido remitiendo a Francia a medida que llegaba a una capital. El Sr. Párraga le puso el visto, la hora de llegada y el sello de la estación. La presencia de Gaudeaux, con su pintoresco traje y su tez curtida por el aire y el sol, excitó la curiosidad del público en los andenes. En ese momento se disponía a partir el mixto de Valencia.

Durante estos años no ha tenido otra enfermedad que la disentería, producida por el cambio de aguas. En España había recibido muy gratas impresiones en Andalucía, donde se ha alojado en los mejores hoteles, invitado por sus dueños o por las autoridades, y muy malas en La Mancha. «Dicen que en en Valdepeñas hay mucho vino -exclamó al hablar de esto -yo no he visto ni una gota. La Mancha es la mancha que hasta ahora encuentro en mi viaje por España«.

Gaudeaux ha ido tomando anotaciones y apuntes de todas las experiencias vividas a lo largo del viaje. Con ellos piensa publicar un libro cuando finalice su apuesta. A pesar de andar una media de 40 kilómetros diarios, no realizó preparación antes de emprender su viaje.

Por la tarde, Gaudeaux visitó al señor gobernador civil y al alcalde Sr. Sánchez de Toca. El señor conde de Peña Ramiro ordenó a un delegado del gobierno civil que acompañará a M. Gaudeaux y a su interprete a la fonda de los Leones, donde se alojarían los días que permanecerían en Madrid.

CONTINUARÁ …

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