La historia industrial de España en el siglo XIX no se puede entender sin la figura de Jaime Méric Saisset, un empresario visionario que revolucionó la elaboración del chocolate y dejó una profunda huella en Pinto gracias a la Compañía Colonial.

De banquero en Perpiñán a empresario en Madrid

Jaime Méric, cuyo nombre completo era Jacques François Antoine Méric Saisset, nació en Perpiñán el 21 de noviembre de 1800 en el seno de una familia acomodada. Su padre, Jacques Méric Mouran, era un reconocido banquero, mientras que su tío Jean ejerció como alcalde de la ciudad y recibió la Legión de Honor.

Siguiendo la tradición familiar, Jaime se implicó en los negocios y en la vida pública de su ciudad natal, donde llegó a ser designado durante una década consecutiva como teniente de alcalde y presidente del Tribunal de Comercio. Conservador en sus ideas, se mantuvo alejado del movimiento revolucionario y prefirió dedicar sus esfuerzos al trabajo y la empresa.

En 1832 contrajo matrimonio en Perpiñán con su prima Elena Méric Cantaloup, con quien tuvo dos hijos: Amelia (1834) y Edmundo, quien más tarde desempeñaría un papel fundamental en la empresa y la fábrica de Pinto.

En 1848, acompañado de su hermano Pedro y de su primo Enrique, se trasladó a Madrid, donde fundaron una casa de banca bajo la razón social Jaime Méric, que funcionó hasta 1865. Gracias a un capital sólido y a un crédito a toda prueba, la familia Méric se convirtió en una de las más influyentes del panorama financiero español de mediados del XIX.

El nacimiento de la Compañía Colonial

Observador perspicaz, Jaime Méric pronto advirtió el atraso en el que se encontraba la industria chocolatera en España, donde aún predominaban métodos rudimentarios y poco higiénicos. Decidido a modernizarla, dedicó año y medio al estudio del cacao y de sus procesos de elaboración, visitando fábricas extranjeras, probando distintas variedades de cacao y aprendiendo de un pequeño taller parisino que ya utilizaba una máquina de vapor.

Con esta preparación fundó en 1854 la Compañía Colonial, la primera fábrica de chocolate movida por vapor en España. Su primera sede estuvo en Madrid, en la zona del Tívoli, junto al actual Hotel Ritz, y rápidamente se ganó un lugar destacado en la industria nacional gracias a la calidad e innovación de sus productos.

Fotografía de la fábrica tomada en 1895 desde la Torre de Pinto

La Compañía ofrecía chocolates, cafés, tés y tapiocas, y en 1866, quince años después de la llegada del ferrocarril a nuestro municipio, inauguró una nueva fábrica en Pinto, que llegaría a convertirse en un referente industrial y en un motor económico para la localidad durante más de siete décadas.

Innovación, prestigio y reconocimientos

Lejos de lanzarse a la aventura, Méric aplicó un método basado en la experiencia, la observación y la adaptación de maquinaria moderna a las necesidades locales. Sus mejoras fueron en un principio tachadas de atrevidas, pero el éxito de los productos de la Compañía Colonial demostró la solidez de su visión.

La empresa recibió importantes distinciones en el ámbito industrial, entre ellas una medalla de la Sociedad para el Fomento de las Artes. Por su parte, Jaime Méric fue honrado con la Encomienda de Isabel la Católica, la Legión de Honor francesa, la Cruz de Caballero de Carlos III y la de Caballero del Cristo de Portugal, reconocimiento a una trayectoria de servicio al progreso económico y social.

Jaime Méric Saisset y su fábrica de Pinto en 1866

El legado de un pionero

Tras más de tres décadas al frente de la Compañía Colonial, Jaime Méric cedió la dirección a su hijo Edmundo Méric en 1887, asegurando así la continuidad del proyecto familiar. Falleció poco después, el 30 de diciembre de 1888, en su ciudad natal de Perpiñán, a los 88 años de edad.

Su memoria quedó estrechamente unida a Pinto, donde el Ayuntamiento decidió dedicarle la hasta entonces conocida Plaza o Raso de Palacio, situada junto a la fábrica, como homenaje al hombre que llevó a la villa la modernidad industrial. En febrero de 1899 se inauguró un busto en bronce dedicado al fundador de la Compañía Colonial, realizado por el escultor Elías Martín Riesco, costeado por suscripción popular y colocado en un jardín de la plaza de Jaime Méric.

La figura de Jaime Méric Saisset encarna el espíritu emprendedor del siglo XIX: un hombre de negocios riguroso, innovador incansable y pionero en introducir en España los avances tecnológicos que transformarían para siempre la industria del chocolate.

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