Noviembre es un mes que comienza con el Día de Todos los Santos, donde es tradición visitar los cementerios para adecentar las tumbas y lápidas de nuestros seres queridos. Es un momento para recordar a los que ya no están entre nosotros, llenar los cementerios de flores y sentir más cerca que nunca a todos nuestros difuntos.
Hasta el 19 de febrero de 1883 en Pinto solo existían el cementerio de las ruinas del Convento abandonado de San Francisco, ya inutilizado, y el cementerio situado en el pequeño espacio de terreno tomado al atrio de la iglesia de Santo Domingo de Silos, en el mismo centro de la población.
UN CEMENTERIO DESDE 1883
Desde mediados de 1850 existía en las oficinas del gobierno de la provincia un expediente promovido por algunos vecinos de Pinto para obtener licencia competente al establecimiento de un nuevo cementerio en Pinto. En diciembre de 1869 se volvió a realizar una nueva solicitud, esta vez a través de la prensa en una carta dirigida al gobierno provincial.
Siendo alcalde de la villa Tomás Pareja Higinio, el nuevo cementerio, a extramuros del municipio, fue bendecido el 19 de febrero de 1883 a las seis de la mañana. Los primeros restos enterrados fueron los de un niño de tres meses, hijo de Antonio Fernández, natural de Madrid, y de Juana Peral, natural de Pinto, a las siete de la mañana del 20 de agosto de 1883.
UNA CAPILLA PARA DOLORES SORIA ZAPATERO
Dolores Soria Zapatero, fundadora del Asilo de Santa Rosa de Lima, dejó escrito en su testamento su voluntad de adquirir un terreno en el Cementerio Católico de la Villa de Pinto para construir una «Capilla decente» donde fueran trasladados los restos de sus padres, Luis Soria Vilar y Rosa Zapatero Martín y su abuela doña Dolores Martín Cabello. Cada sepultura tendría su correspondiente lápida con el nombre y apellidos de la persona que la ocupe.
Seis años después de la muerte de Dolores Soria, esta petición se cumplió. A finales de octubre de 2020 el Panteón de Dolores Soria se restauró por el Ayuntamiento de Pinto.
LOS ENTIERROS
En el pasado se realizaban los traslados del féretro hasta el cementerio, lejano al centro del pueblo, a hombros. Eran los acompañantes del duelo, familiares y amigos, los que trasladaban como último homenaje al fallecido. El cortejo, precedido por los representantes de la iglesia, se colocaba en la parte baja de la escalinata de la iglesia. Allí se rezaba otro responso y emprendía la marcha hasta la plaza de Santiago, donde la familia recibía, junto a las puertas de La Calera, el pésame de los que no deseaban llegar hasta el entonces lejano cementerio. Más tarde se construirían en esta zona los entonces «pisos de lujo«. Posteriormente el coche fúnebre sustituyó a los porteadores.
El sepulturero de Pinto era el señor Amalio. Amalio Torres tenía siempre limpio y bien cuidado «su cementerio«.
NUEVO CEMENTERIO
El 21 de mayo de 2003, siendo alcalde de Pinto Antonio Fernández González, abrió sus puertas el nuevo cementerio de Pinto con la presencia del obispo de Getafe, Francisco José Pérez y Fernández-Golfín. El nuevo cementerio situado en en Camino de Esparragal, junto a la M-506, es una instalación moderna que cuenta con servicio de tanatorio con cuatro salas de velatorio, crematorio con sala de espera y una capilla multiconfesional.
Además, en 2013 la Comunidad de Madrid realizó obras de mejora y adecuación en el Cementerio antiguo, mejorando notablemente los caminos y sendas con la instalación de adoquines y barandillas y reparando fisuras y humedades de los edificios existentes.
PINTO, ¡CUÁNTO HAS CAMBIADO!
La fotografía, tomada en 1950, nos recuerda a un Pinto rodeado de campo. El hoy “viejo cementerio” estaba situado muy lejos del pueblo. Ir hasta el camposanto suponía realizar un largo viaje atravesando eras. Aquellas eras, que hoy forman parte de los barrios de Parque Europa, la Tenería y Tenería II, están llenas de recuerdos como la Vaquería de la señora Milagros, Doña Oliva o la “Huerta del Abuelito”.
Aquel negro camino que llevaba al cementerio, también llevaba a la antigua fundición Ceveter de los hermanos Copado y a la huerta de la señora María, con sus dos estanques rodeados de acacias, donde muchos pinteños se bañaban en la época estival. La granja que popularmente era conocida como “Gallipatos”, la fábrica abandonada de lejías y químicos, la finca “la Milagrosa” y las viñas que había antes de llegar al arroyo Ventosa, son algunos de los recuerdos de muchos pinteños.
Hoy todo ha cambiado. El antiguo camposanto, de 10.000 metros cuadrados de extensión, está contiguo a la iglesia de San Francisco Javier y rodeado por un parque de 80.000 metros cuadrados que toma el nombre del exalcalde de Pinto, Gabriel Martín Santos; el alcalde de la transición.
Hoy, las largas eras se han convertido en modernos barrios con calles llenas de vida.