Una tragedia entre amigos durante la festividad de la Virgen de la Asunción
El 15 de agosto de 1900, en el pequeño pueblo de Pinto, la festividad de la Virgen de la Asunción se convirtió en el escenario de un crimen ya olvidado, que conmocionó a todo un pueblo. Dos ancianos, Juan Infante Pérez (conocido como Moreno) y Gregorio Martín Ropero, amigos inseparables durante casi dos décadas, vieron su amistad truncada en una fatídica noche marcada por el alcohol y una absurda y acalorada discusión.
A lo largo de dieciocho años habían compartido sus vidas y ganancias, viviendo casi como hermanos en el mismo hogar.
Un día de celebración y vino
Aquella mañana, como era costumbre, Juan y Gregorio asistieron a la misa mayor en honor a la Virgen de la Asunción. Después, se dirigieron a la taberna del pueblo, donde el vino comenzó a fluir y a caldear los ánimos. La tarde transcurrió con la procesión de la Virgen, a la que ambos asistieron, antes de regresar nuevamente al establecimiento de vinos, donde continuaron bebiendo.
La discusión fatal
A las nueve de la noche, Juan Infante, de 62 años, se encontraba ya completamente ebrio en la puerta de su casa cuando llegó su amigo Gregorio, no mucho más sobrio que él. Gregorio, dedicado a las faenas del campo a sus 68 años, estaba indignado porque el Ayuntamiento no lo había seleccionado para llevar una de las mangas de las andas en la procesión, lo que le habría permitido ganar dos pesetas. Este desaire fue la chispa que encendió la discusión entre ambos.
Juan, quien desempeñaba los cargos de pregonero del Ayuntamiento y enterrador del pueblo, además de trabajar como desollador de caballerías, defendió a los ediles con vehemencia. Las palabras subieron de tono rápidamente. Gregorio, colérico, insultó al Ayuntamiento y abofeteó a Juan, amenazándolo además con una navaja. En un acto de autodefensa, Juan sacó una navaja gallega y le asestó a Gregorio una puñalada en la región inguinal izquierda.
La herida resultó ser fatal, y Gregorio murió desangrado en cuestión de minutos. Mientras su amigo se desvanecía, Juan salió tranquilamente de la casa, dejando el cadáver atrás, y se dirigió al campo en busca de su borrica.
La detención y el juicio
Horas más tarde, la Guardia Civil de Pinto encontró a Juan Infante dormido plácidamente junto a su borrica. Al ser detenido, confesó el crimen, explicando que estaba borracho y que no tenía intención de matar a su amigo, solo de defenderse.
El juicio que siguió reveló la complejidad del caso. Juan Infante fue acusado de homicidio, pero su defensa alegó que actuó en legítima defensa y bajo un estado de miedo insuperable. El jurado consideró que, aunque Juan había actuado para protegerse, la respuesta fue desproporcionada a la amenaza, lo que llevó a una condena por homicidio.
Finalmente, Juan fue condenado a seis años y un día de prisión mayor, además de una indemnización de 5.000 pesetas (30€) a la familia de Gregorio.
Una reflexión
El «Crimen del Vino» en Pinto es un relato que combina la banalidad de una discusión surgida por dos pesetas y la tragedia de una amistad rota por la violencia. Lo que comenzó como una celebración de la Virgen de la Asunción terminó en un desenlace fatal, recordando a todos los peligros del alcohol y las consecuencias de las palabras y acciones impulsadas por el enojo y la embriaguez. Aquel 15 de agosto de 1900, dos vidas fueron destruidas, y un pueblo entero quedó marcado por un crimen que no debió haber ocurrido.