En el otoño de 1845, el pueblo de Pinto se convirtió en escenario de una febril búsqueda del tesoro, provocando una ola de emociones y descontento entre sus habitantes. La aventura comenzó con la esperanza de desenterrar riquezas escondidas supuestamente desde la invasión francesa o desde «la expulsión de los moros«, bajo una misteriosa piedra en el cementerio local.

La misteriosa piedra, según se informó el 4 de noviembre, fue finalmente levantada, habiéndose encontrado debajo un considerable montón de cenizas. El barbero y el cura, llegados desde la capital en pos del anhelado tesoro, no perdieron la esperanza de encontrar algo valioso y continuaron escarbando entre las cenizas, buscando su ansiada fortuna. Los vecinos de Pinto, entre divertidos y escépticos, observan las acciones del barbero, del cura y de sus acompañantes, convirtiendo esta búsqueda en motivo de burla y tema de conversación habitual en la localidad.

Extracto de El Español, publicado el 4 de noviembre de 1845

EL PUEBLO DE PINTO MOLESTO CON LAS EXCAVACIONES

Un informante recién llegado de Pinto, localidad que había ganado notoriedad aquellos días por la búsqueda del misterioso tesoro, aseguró que los habitantes del pueblo estaban profundamente molestos con los trabajadores encargados de desenterrar la supuesta mina. Las excavaciones, que se estaban llevando a cabo en el cementerio del lugar, habían sido autorizadas por la iglesia con ciertas condiciones. Pero la búsqueda no tardó en levantar polvo y controversia. A medida que la tierra era removida, no solo salieron a la luz cenizas, sino también huesos y restos humanos, perturbando el descanso de los difuntos y la paz del pueblo. Los restos no eran tratados con el debido respeto, provocando la ira del vecindario. Los trabajadores, incluidos un barbero y un cura de Madrid, motivados por cuentos de riquezas ocultas, continuaron sus esfuerzos a pesar de la evidente falta de resultados y el creciente malestar de la comunidad.

El 10 de noviembre, Lorenzo Fernández de Soto, futuro alcalde de Pinto, intervino enviando un comunicado al periódico El Católico, desmintiendo las exageraciones y aclarando la situación. En su carta, explicó que las excavaciones no solo habían perturbado innecesariamente a los muertos, sino que también habían alterado a los vivos, ya que los familiares de los difuntos se vieron afectados por la reubicación de los restos en el mismo cementerio.

Fernández de Soto criticó la ligereza con la que se manejó la situación y la falta de evidencias sólidas que justificaran la búsqueda. La gran losa, mencionada en reportes anteriores, resultó ser una simple piedra sepulcral, bajo la cual solo se encontraron más restos humanos y ninguna señal del anhelado tesoro. Adjuntamos la carta completa que se publicó en El Católico:

Carta completa enviada a El Católico por el vecino de Pinto Lorenzo Fernández de Soto en nombre de varios vecinos

El incidente en Pinto nos deja una lección sobre el valor de la prudencia y el respeto por la memoria y el descanso eterno. La búsqueda de un tesoro, basada en supuestos rumores y llevada a cabo con un descuido casi sacrílego, resultó ser una profunda decepción, no solo por la falta de hallazgos materiales, sino por el desasosiego espiritual y social que provocó.

Las bases para tales excavaciones eran meramente especulativas, descansando en un documento anónimo, sin fecha ni firma, y en rumores difundidos por aventureros de épocas pasadas.

¿Cuáles eran realmente las evidencias que poseían el barbero y el cura de Madrid para justificar la perturbación de las tumbas ancestrales en Pinto en busca de un tesoro tan esquivo? La naturaleza y la solidez de sus pruebas permanecen envueltas en un velo de misterio, especialmente cuando consideramos la legendaria esquina Xata, el centro geográfico de la península ibérica, como posible escondite de un arca enterrada.

La posibilidad de encontrar un tesoro bajo este punto emblemático añade una capa adicional de intriga a la historia. ¿Podría el barbero y el cura haber estado siguiendo indicios más sólidos de lo que pensamos? Las respuestas se pierden en el tiempo, dejándonos con la incertidumbre y muchas preguntas sin respuesta, mientras el misterio del tesoro de Pinto sigue vivo en el imaginario colectivo.

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