El 2 de noviembre de 1872 el semanario parisino “Le Monde Illustré” publica una ilustración que lleva por título “Espagne. Course de novillos ou jeunes taureaux dans le village de Pinto”, dibujado por Daniel Urrabieta Vierge, realizado por un boceto de Vicente Urrabieta y grabado por Charles Maurand.

El padre de la Ilustración moderna, Daniel Urrabieta Vierge, fue vecino de Pinto cuando cumplió seis años. Su salud delicada obligó a sus padres a trasladarse a vivir al campo y la naturaleza. En Pinto la familia tendría una pequeña casa y aquí la salud de Daniel muy pronto se restablece y dedica su tiempo a tomar apuntes de la naturaleza. A finales de 1869 viajará a París con toda su familia, donde rápidamente se hizo famoso como ilustrador y cronista gráfico por su facilidad para captar la realidad más fugaz.

La ilustración que nos ocupa nos muestra una novillada celebrada en la plaza la Constitución de Pinto el lunes 7 de octubre de 1872, ya que encontramos la siguiente noticia en “El Imparcial” de fecha 6 de octubre:

La Plaza de la Constitución siguiendo el patrón de la arquitectura autóctona estaba compuesta de varias edificaciones de dos pisos con soportal, el inferior, y galería corrida, el superior. La planta baja era ocupada habitualmente por una tienda o establecimiento y la alta era la destinada a vivienda. Estos corredores eran excelentes miradores para actos sociales o festejos, como apreciamos en el grabado. Algunas de las construcciones que aún subsisten en la plaza nos indican que éstas debían de estar realizadas con entramado de madera: pie derecho, zapata y viga y cubierta con teja árabe.

Seguidamente observamos el viejo Ayuntamiento, que hoy desgraciadamente es un edificio sin uso. En el Ayuntamiento todavía no observamos el famoso reloj de torre, puesto que éste fue instalado por el constructor D. Antonio Canseco y Escudero el 14 de agosto de 1886. En el año del grabado, 1872, el alcalde de Pinto era don Tomás Pareja Riginio.

Otro de los aspectos que nos llama la atención es cómo se cercaban las calles Nación Dominicana y Ecuador, antiguas calles de La Silla y el Corralón. En el cercado de la calle Ecuador, observamos una puerta, ya que era utilizada como corral y matadero durante los encierros de las fiestas en las que la plaza se convertía en ruedo taurino. Por este motivo recibió el nombre de calle del Corralón.

También vemos los dos edificios que hoy ocupan el actual Ayuntamiento. En ellos vivían dos ricos solterones. Posteriormente estuvo allí el antiguo Depósito Municipal. En los años 50, debido a la escasez de espacio en el viejo ayuntamiento, se decidió construir uno nuevo.  Después de unas obras de derribo del viejo Depósito Municipalen las que apareció un tesoro, el nuevo Ayuntamiento de Pinto se inauguró el 1 de junio de 1954.

En el margen derecho observamos un letrero donde podemos leer Botica, lo que indica que la farmacia de la villa estaba situada en el centro neurálgico de la población. Quizá esta farmacia estuvo regentada por don Eulogio Garcia González.

En el centro de la plaza, rodeada de barreras de protección para la celebración de los festejos, observamos una altísima cucaña. Resulta increíble observar la gran muchedumbre que se agolpaba en el interior de la plaza, donde todos huyen hacia los vallados mientras el toro enviste a uno de los mozos.

El padre del autor, Vicente Urrabieta, además de enviar el boceto a su hijo también le escribe una carta, fechada el 20 de octubre, explicando la novillada, y la ilustración. En esta carta, publicada en el mismo periódico, relata que la plaza se revestía de postes y cuerdas para establecer el recinto donde tendría lugar la corrida. Cuando los novillos, atraídos por el pañuelo rojo de una mujer, se acercaban a los vallados, el pánico provocaba que la multitud huyera despavorida. Cuando veían que el toro permanecía en el recinto, volvía la calma y el público retornaba a su sitio. El autor también explica que todos los años algún joven exponía su valor y coraje ante el toro para acaparar la atención de su prometida y de esta manera mostraba su amor hacia ella. En esta ocasión, el joven recibió los aplausos del público asistente por su gracia y elegancia, pero cometió una grave imprudencia. Olvidó al animal, que continuaba muy cerca, y volvió su mirada hacia su amada. El toro, sin pensárselo, aprovechó para envestir y el joven recibió una cornada en el lado izquierdo y fue arrojado al aire a una altura de tres metros. El desafortunado muchacho fue a caer bajo las ventanas de un rico terrateniente, don Benito Fernández de Soto, en cuya casa se le dieron los primeros auxilios. La escena de la cogida de este joven es la que está representada en el dibujo del genial Urrabieta Vierge.

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