Recorrer las calles de Pinto es un verdadero tesoro. En ocasiones encuentras rincones con una estampa espectacular e inimaginable, pero en otras, podemos encontrar lugares mágicos que solo con cruzar sus puertas nos trasladamos al Pinto de toda la vida en pleno año 2024, un tesoro al alcance de muy pocos municipios. Bien podrían ser declarados lugares protegidos, por su longevidad y, sobre todo, por las historias y anécdotas que esconden.

En esta ocasión nos desplazamos hasta la céntrica Avenida de España 27, para conocer la historia de una de las tiendas de alimentación más longeva de nuestro municipio, Comestibles Díaz. La última tienda de ultramarinos de Pinto.

Nos tenemos que remontar más de medio siglo para conocer sus inicios. En 1972, Comestibles Díaz dio sus primeros pasos para dar servicio a una población que por entonces rondaba los 10.000 habitantes. Al pie del arroyo de los Prados, de ahí el nombre de la calle hasta su cambio por Avenida de España, abría sus puertas un humilde local que con el paso de los años se convirtió en una de las principales tiendas de ultramarinos de la almendra central de Pinto. Todavía podemos encontrar productos de primeras marcas, género de altísima calidad y el mejor asesoramiento. Un establecimiento de toda la vida, adaptado a los nuevos tiempos, pero sin perder ese aroma de antaño que tanto cuesta encontrar y que enamora a los nostálgicos de tiempos pasados, que todavía prefieren comprar en tiendas de barrio, que en grandes superficies.

Los Díaz Buenache, familia con pedigrí pinteño.

Hablar de Comestibles Díaz es hablar de la familia Díaz Buenache. Una familia muy conocida por su trabajo, honestidad y su honradez. Primero María Buenache madre y tras jubilarse ésta, en 2010, tomó el testigo María Díaz hija. No obstante, la matriarca de la familia continúa pasando por la tienda para ver a su hija, hacerla compañía y sentirse más viva que nunca en la que fue su tienda durante casi cuatro décadas. Su hija aclara a ePinto que si hubiera sido por su madre “nunca se hubiera jubilado”. Un detalle que confirma María madre, una mujer que comenzó a trabajar con 14 años en la tienda de telas del señor Roque. Toda una vida trabajando en una época donde las mujeres solían estar relegadas a las labores del hogar.

El tractor de Mario, el taller de mármoles de “El Pica”, “Chelo”, la Carnicería de Marianoo la huerta de “la Tía Gabina” salpican una charla que emociona a todos los asistentes, que reviven el Pinto del siglo pasado. Un Pinto histórico del que todavía quedan rescoldos que gusta conocer y recordar junto a sus protagonistas.

Pasear por la actual Avenida de España de Pinto poco tiene que ver con la calle del Arroyo de entonces. Nuestro pueblo en las épocas de lluvias se convertía en un auténtico barrizal. Bien conocidos eran los pinteños en la capital por sus restos de barro en los zapatos cuando se desplazaban a Madrid para trabajar en transporte público.  

Este ha sido un buen barrio. Ya no es lo que era, pero se sigue manteniendo esa esencia familiar que ha perdurado durante tantos años”, recuerda la fundadora de Comestibles Díaz. Durante estos años, la familia Díaz Buenache, capitaneada por María madre, junto a su marido, Juan Manuel Díaz Calleja, hasta que falleció, reconoce que han visto crecer hasta tres o cuatro generaciones: “Cada vez que hay un nacimiento o se casa alguien del barrio nos da mucha alegría, pero también estamos pendiente de las situaciones más complejas para intentar ayudar en lo que se pueda. Aquí conocemos a los críos que han nacido, a los nietos, a los biznietos e incluso a los tataranietos. Te da mucha alegría de muchas cosas buenas que les suceden a las personas que aprecias y tienes cariño”.

Entre anécdotas y chascarrillos, recuerdan que un día apareció una de las componentes del grupo “Las Grecas”, muy conocido en España en los años 70, en una situación muy delicada debido a sus problemas de drogadicción y la tuvieron que dar de comer. Otro de los episodios que recuerdan con especial énfasis fue el atraco frustrado de una vecina que una mañana entró con un cuchillo a la tienda y gracias a la mano izquierda de María hija y el repartidor de Bimbo, que se encontraba justo en la puerta, evitaron el robo y que fuera a mayores. Poco después, fue detenida por la Policía local en las inmediaciones de la Plaza de las Mercedes, tras robar en la panadería J. del Pozo.

Asimismo recuerdan con mucho cariño, cuando los niños y no tan niños pasaban a las 8:15 en punto por la tienda para comprar el famoso “bocadillo de donde la Mari”. El chóped, chóped con queso, jamón serrano y alguno de jamón york y queso o lomo. Sin duda, en Comestibles Díaz tenían todo organizado y preparado, como un reloj suizo, para que en apenas unos minutos decenas de bocadillos fueran camino del colegio en las mochilas de los muchachos del barrio.

También hay un lugar preferente para infinidad de clientas del barrio que han marcado a esta madre e hija durante tantos años. Braulia, Dolores, Águeda, la señora Vicenta o Josefa, que nos ha dejado hace poquito, vuelven a salpicar la conversación, no antes sin que aparezcan las primeras emociones. Personas muy especiales y queridas que han llegado a ser parte de esta pequeña gran familia formada al albor de esta emblemática tienda de ultramarinos. “Seria injusto no hacer referencia a tantas y tantas vecinos y vecinas que han sido parte de nuestra familia. Incluso hemos compartido una relación muy estrecha con algunas de ellas siendo una verdadera familia”, confiesan al unísono madre e hija.  

Momentos muy emotivos cuando recuerda su hermana Adela, vecina muy querida en el Barrio Buenos Aires y, sobre todo, cuando hablan de su marido y patriarca de la familia Díaz Buenache, Juan Manuel Díaz Calleja, que fue portero del mítico equipo de fútbol la “Flecha de Pinto”, antecesor del actual Atlético de Pinto, fundado por doña Amelia del Castillo.  

El triste adiós de las tiendas de barrio, mucho más que simples establecimientos comerciales.

Las tiendas de barrio han ido desapareciendo durante los últimos años debido a los cambios de hábitos. Ahora mismo quedamos pocos en Pinto, muy pocos. Colas, Mari Loli de la papelería Marte y nosotros. Quizás algún establecimiento más de toda la vida, pero estamos abocados a desaparecer si se mantienen las actuales tendencias de compra en las grandes superficies en detrimento del comercio local”, señala María Díaz, que actualmente continúa al frente de Comestibles Díaz como lo hiciera su madre durante más de 40 años.  

Durante la pandemia, y posteriormente con la borrasca “Filomena”, fueron fundamentales para el municipio, dando un servicio preferente a personas mayores y con movilidad reducida. Llegando a donde otros no llegaban y haciendo un sobreesfuerzo de forma altruista por sus vecinos. Se convirtieron en un verdadero servicio esencial, que lamentablemente ya nadie valora ni recuerda. “Durante la pandemia el volumen de trabajo aumentó muchísimo. Tuvimos que trabajar muy duro y tener mucha creatividad para lograr abastecer a todos los clientes que nos lo reclamaban. En mi caso particular, fui a sitios que nunca había ido llevando pedidos para personas que no tenían otra alternativa. Pero es cierto que, tras ello, muchos clientes no han vuelto. Quizás nos hemos convertido en una sociedad con una memoria muy frágil”, reconoce María Díaz haciendo una pequeña reflexión sobre la importancia que tienen las tiendas de barrio en detrimento de las grandes superficies, siempre más impersonales y sin ese plus de confianza y cercanía.

En los últimos años las administraciones públicas han intentado involucrarse un poquito, pero el comercio pinteño es muy complejo. No se da con la tecla de lograr esas sinergias entre los comerciantes y las administraciones públicas para dar ese empujón que haga que las tiendas de barrio no estemos abocadas a la desaparición. Porque en Pinto el comercio local de proximidad ha sido muy importante siempre. Es parte de la esencia del pueblo. Las tiendas de barrio dan personalidad a un municipio, crean riqueza, arraigo, comunidad y ese plus que grandes superficies no ofrecen. La confianza, esa cercanía que puedes lograr con el cliente cuando necesita un producto determinado o un consejo. Eso con la desaparición del comercio de barrio se pierde y se vuelve todo más impersonal”, reconoce María Díaz hija ante el valor añadido que aporta la tienda de barrio en la idiosincrasia de un municipio como Pinto.  

Comestibles Díaz ha sido algo más que una tienda, donde su labor solidaria siempre ha prevalecido: “Yo he ayudado a mucha gente. De mi casa no se ha ido un pobre sin una limosna y si tenía que darle un bocadillo, se lo he dado. He dado muchos bocadillos, porque hubo una época donde había muchas personas enganchadas a la droga y algunos aterrizaban en Pinto”, rememora María madre en los años duros de la droga en Madrid, donde la heroína y otras sustancias estupefacientes se llevaron por delante la vida de miles de jóvenes en nuestra región. La presencia del cercanías en Pinto hacía que en ocasiones se pudieran ver en la calles de Pinto a jóvenes que deambulaban por el municipio sin un destino claro, intentando evadir el mono o esperando el siguiente tren que les llevara a su destino o de vuelta a la capital.

El futuro de Comestibles Díaz pasa por seguir ofreciendo el mejor servicio a sus clientes. Todo ello manteniendo la calidad con productos de primeras marcas y siempre a un buen precio. “Nosotros somos una tienda de barrio. De las de toda la vida. Siempre nos gusta decir que nosotras tratamos igual de bien al cliente que viene todos los días a por mucho, que al que viene a por poco”, reconoce María Díaz hija, analizando el motivo de por qué las grandes superficies han cambiado los hábitos de consumo de los pinteños, ya que muchos prefieren ir a estas cadenas y abandonan poco a poco a los establecimientos de proximidad como Comestibles Díaz. Una situación que poco a poco está consiguiendo llevarse por delante establecimientos como la última tienda de ultramarinos de Pinto, Comestibles Díaz.

El tiempo ha volado hablando con María madre y María hija, unas enciclopedias de la historia de Pinto. Numerosos recuerdos, que su narración detallada hacen, por un momento, viajar en el tiempo varias décadas para revivir un Pinto, que gracias a sus vecinos más longevos podemos descubrir y compartir a través de ePinto.

Con nostalgia y con ganas de más, abandonamos Comestibles Díaz, no antes sin invitar e incentivar a todos los vecinos de Pinto a que sigan comprando en las tiendas de barrio y de proximidad, aunque sea de vez en cuando, porque son la esencia y parte de la historia de nuestra querida Villa de Pinto.

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