El Ayuntamiento de Pinto del siglo XIX y primera mitad del XX. A la izquierda estaría situada la Posada, actual dependencia de la Policía Local.

Hoy nos trasladamos al Pinto de principios del siglo XX. En aquellos años, Pinto era bastante diferente a lo que hoy conocemos. La torre campanario de la iglesia ya estaba en ruina, las aguas claras y limpias del arroyo de los Prados atravesaban y dividían en dos mitades a la población, el Ayuntamiento era el que vemos en la fotografía que inicia este artículo y nuestro municipio era principalmente agrícola, salvo las 500 familias que vivían de su trabajo en la fábrica de la Compañía Colonial, propiedad de don Edmundo Méric.

En la villa de Pinto todo tendía al progreso y civilización, siendo indiscutible que en esto tenía una parte muy activa la Casa Méric, que identificada con el vecindario, proporcionaba extraordinarios medios para el embellecimiento de la población.

Esto, unido a la recta administración municipal encomendada al popular alcalde D. Emilio Sáez Aparicio, secundado por celosos concejales y un activo secretario, D. Julián López y Fernández, hacía que Pinto estuviese en buen camino en lo referente a ornato público, salubridad e higiene, contando con ricos y abundantes manantiales, cuyas aguas, minuciosamente analizadas, resultaban nada nocivas a la salud pública.

Pagaba Pinto por contingente provincial la friolera de once mil pesetas y, sin embargo, la señora Diputación permanecía muda, hasta el punto que dormía el sueño de los justos en lo concerniente a un camino vecinal hasta el inmediato pueblo de Parla, corriendo igual suerte el camino vecinal hasta Fuenlabrada, que quedó peor de lo que estaba en la última crisis obrera. A pesar de ello, Pinto introduce importantes reformas, teniendo a principios de siglo en estudio la construcción de una escuela de niñas y la instalación del servicio telefónico, que empalmado con la red de Getafe podría hablarse con Madrid, Toledo, etc. Mucho debía Pinto también a D. Antonio Pérez Torregrosa, quien había construido en las proximidades de la estación ferroviaria soberbios hoteles que habían contribuido a dar muchos jornales a familias obreras de esta villa, y que la colonia veraniega aumentase de un modo considerable.

La máxima autoridad municipal era el alcalde. En los primeros años del siglo XX el alcalde fue Emilio Zubiría y Guallart, quien fuera uno de los alumnos de la Compañía de Guardias Jóvenes que se instaló en Pinto, y posteriormente fue Emilio Sáez y Aparicio, quien vivía en la Casa de los Cabello. El secretario del Ayuntamiento de Pinto era D. Julián López y Fernández, y posteriormente lo sería el abogado Juan José Ortiz de Lanzagorta.

El juez municipal era D. Estanislao Pérez Díaz-Cuerva, propietario de la prensa de aceites. El párroco era don Francisco Villarino y Fernández y el administrador de Correos era José Pérez Casado.

El alumbrado público se realizaba por electricidad, inaugurado en 1899. Existían tres asilos: El asilo de San José, de niñas huérfanas, dirigido por las hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos; el asilo de San Pedro, para ancianos pobres, fundado por don Pedro Faura y Moureu; y el asilo de San Rafael, dirigido por los hermanos de San Juan de Dios.

Existía también la cacharrería de Mercedes Lebrón, y posteriormente la de Baltasar García; el café del Recreo, propiedad de José María Serrano; las carbonerías de Marcos Alonso, Cándido Carrero, Manuela Carrero y Gregorio Pérez; las carpinterías de Demetrio Pérez y Justo Segura; las carnicerías de Emilio Casado, Lucas Casado, Emilio Flamier y Francisco Martín; la constructora de carros de Fermín Crespo y la fábrica de cartón de los hermanos E. y R. Albors; y la cerrajería mecánica de Ricardo García.

En el apartado de comestibles existían los regentados por Pedro Álvarez, Lucas Casado, Manuel Casado, Luis Escalante, Julián Fernández, Marcelo Fernández, Francisco Illescas, Pedro Lescure, Ángel Martín, Natalio Navarro, Emilio Pérez y Martín Sainero.

Las comunidades religiosas eran las Hermanas Capuchinas, los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos.

La única confitería era la regentada por Alejandro Fernández. Como principal fuente de progreso destacaba la Fábrica de chocolate de la Compañía Colonial.

Las escuelas municipales para niñas estaban dirigidas por Patrocinia Gil y Rosario Sánchez Pérez. La escuela de niños era dirigida por Lorenzo Mendoza y Nemesio de la Tajada. Y la escuela de párvulos por María Ana Ramírez.

Los estancos de Pinto estaban regentados por Binigno González y María Rodríguez; la esterería por Victoriano Maroto; las farmacias por Eulogio García González y Anselmo Martín (después Francisco Riupérez). El jefe de estación del Ferrocarril era D. Joaquín Pastor. Los ganaderos de Pinto eran Alfonso Batres, Pedro Batres, Gervasio Carrero, Higinio Carrero, Remigio Carrero, Vicente Carrero, Lucas Casado, Félix Creus y José Gurumeta. Las herrerías que había en Pinto eran las de Cirilo Aguado, José María Pérez y Juan Pérez.

Las hojalaterías eran de Benito Torres y Francisco Trillo. Los médicos eran Francisco Becare y José González. Las panaderías eran las de Bernardo Caumel, María Lorenzo y Justo Pérez. Las peluquerías eran de Juan José Espinosa, Eduardo Gil, Cándido Álvarez y Elíceo Marchante. Los posadas eran las de Hilario Navarro y Casto Romano. La salchichería era la de Florentino Muñoz. Las sastrerías eran de Mariano Aguado, Juan José Espinosa y de los hermanos Ronderos. La fábrica de Licores de García de Fort.

Las sociedades que existían en Pinto eran «Círculo de la Amistad», «La Agrícola» y «La Fraternidad». Las tabernas eran las de Luis Bonhome, Doroteo Claramunt, Isidro Cobos, Julián Cubas, Guillermo de Dios, Marcelino Fernández, Pedro Fernández, Leandro Fortún, Manuel Jordán, José Lozano, Vicente Moreno y Justo Sánchez.

Los comercios de tejidos eran los de Crueghe y C.ª Bermenouze y Berthou y los hermanos Ronderos. Los veterinarios que tenía Pinto eran Gregorio Alonso y Sixto Platón. También existía un horno de yeso regentado por Gabino Claramunt. Las zapaterías eran las de Domingo Carrero, Marcelino Carrero, Justo Folgosa, Dámaso Lozano y Manuel Rodríguez. Los principales cosecheros de vino de Pinto eran Isidro Batres, María Lorenzo, Félix Creus, Rosa Mantecón, Estanislao Pérez y Francisco Pérez.

Los principales propietarios de Pinto eran el duque de Béjar, José de Gurumeta, Rosa Mantecón, Edmundo Méric y Méric, Félix Creus García, José María Olcina, Estanislao Pérez Díaz-Cuerva y Federico Rubín de Celis Burgos.

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