
En 1974, Pinto se convirtió en escenario de cine gracias a la película Los buenos días perdidos (1975), dirigida por Rafael Gil y basada en una obra teatral de Antonio Gala, quien también participó en la adaptación del guion. La cinta, una comedia dramática con tintes alegóricos, encontró en la iglesia de Santo Domingo de Silos uno de sus principales espacios de rodaje, resaltando el valor patrimonial de este templo pinteño dentro de la historia del cine español.
El reparto y la historia
Entre el elenco destacan figuras de primer nivel: Juan Luis Galiardo interpreta a Lorenzo, el joven guardia municipal que se traslada a un pequeño pueblo castellano; una jovencísima Teresa Rabal da vida a Consuelito; Queta Claver encarna a Hortensia, la madre; Manuel Galiana interpreta al sacristán Cleofás; y Erasmo Pascual completa el reparto principal en el papel de don Remigio.
La película sigue la llegada de Lorenzo a un pueblo que, en sus primeras imágenes, es presentado como Sepúlveda (Segovia). Poco después, la acción se traslada a la catedral magistral de Alcalá de Henares, aunque, debido a que en aquella época se encontraba en obras, muchas de las escenas interiores fueron finalmente rodadas en Pinto, en la iglesia de Santo Domingo de Silos.

La iglesia de Pinto como escenario protagonista
Lejos de ser un recurso secundario, el interior de Santo Domingo de Silos se convierte en uno de los escenarios principales de la trama. La cámara recorre con detalle elementos histórico-artísticos del templo: en algunos fotogramas se aprecia el púlpito renacentista y en otros el magnífico retablo barroco, ambos destacados dentro del patrimonio religioso de Pinto. Observamos la antiguas lámparas, a don Remigio predicar desde el púlpito, Cleofás y Hortensia arrodillados frente al altar junto a la lápida de Ildefonso Pantoja o la imagen del Cristo atado a la Columna. También echamos en falta imágenes, como la Inmaculada Concepción del retablo colateral de la Epístola o la Virgen del Carmen en su retablo. En el retablo de San José podemos observar como había un Niño Jesús a su derecha que posteriormente fue sustituido por una sierra de carpintero. También la vara que sostiene es diferente a la actual.

La elección de este espacio no solo aportó verosimilitud a la historia —ambientada en un pueblo tradicional de Castilla—, sino que también dejó para la posteridad un valioso testimonio visual de la riqueza arquitectónica y artística de la iglesia pinteña.
Una alegoría de la España de los 70
Más allá del marco escénico, Los buenos días perdidos construye una reflexión sobre la España de principios de los años setenta. A través de la convivencia de Lorenzo con el sacristán Cleofás, su esposa Consuelito y la madre Hortensia, la película enfrenta la modernidad incipiente con la fuerza de las costumbres y los valores tradicionales. Gala, fiel a su estilo, dota al guion de una mirada crítica hacia los “absurdos” de la vida cotidiana de la época, utilizando el microcosmos de un pequeño pueblo como espejo de todo un país.

Pinto, de nuevo en la gran pantalla
Que una producción de este calibre eligiera Pinto como escenario refleja la importancia del municipio en el ámbito cultural y artístico. La primera película sonora rodada en Pinto fue «Buenas Noticias» en el año 1953. En 1968 la recién inaugurada Piscina Los Ángeles fue escenario de dos películas: «Matrimonios Separados«, con Conchita Velasco y Antonio Ozores y «Objetivo BI-KI-NI«, con José Luis López Vázquez y Gracita Morales. En 1972 un gran elenco de actores capitaneado por Lola Flores tuvieron como escenario la Casa Fúster en la película «Casa Flora«. En 1991, la plaza de la Constitución, el Parque del Egido de la Fuente y la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos fueron los escenarios de la comedia con reminiscencias del destape de los años 70 titulada «El amor sí tiene cura«, donde pudimos ver a Fernando Esteso predicando desde el púlpito renacentista.

La iglesia de Santo Domingo de Silos, que en los años 70 vivió su momento de cine, sigue hoy en pie como uno de los grandes símbolos del patrimonio pinteño. Su aparición en Los buenos días perdidos la convierte no solo en un lugar de culto y tradición, sino también en parte del legado cinematográfico de la Comunidad de Madrid.
En el siguiente vídeo podrás ver las escenas más representativas rodadas en el interior de la iglesia de Pinto: