Pinto, conocido históricamente por ser el centro geográfico de la península ibérica, también ostenta un destacado pasado enológico que ha marcado su historia y cultura. Desde el siglo XVI hasta finales del XIX, antes de la devastadora llegada de la filoxera, esta localidad madrileña fue un importante productor de vino, albergando vastas plantaciones de vid que se extendían hasta Valdemoro. La calidad y cantidad de sus vinos eran tan destacadas que dieron origen a la célebre frase “entre Pinto y Valdemoro”, utilizada para describir el estado de embriaguez que causaban el exceso de estos caldos.
Sin embargo, más allá de su tradición vitivinícola, Pinto también desempeñó un papel fundamental en la conservación y estudio de la vid a nivel nacional, siendo uno de los epicentros del desarrollo de la ampelografía en España.
¿Qué es la ampelografía?
La ampelografía es la ciencia que estudia las variedades de vid. Su nombre deriva de dos términos griegos: ampelos, que significa vid, y graphos, que significa descripción. Este campo científico se centra en la caracterización e identificación de las distintas cepas cultivadas a través del análisis de su aspecto externo, como la forma de las hojas y los racimos. Este ámbito científico se vio impulsado a finales del siglo XIX tras la llegada de la filoxera, una plaga que arrasó millones de hectáreas de viñedo en Europa y puso en riesgo la diversidad genética de las variedades autóctonas de vid. Para contrarrestar esta crisis, se iniciaron iniciativas para la creación de colecciones de vid (científicamente llamados Bancos de Germoplasma de Vid), entre los que destacó el que se consolidó en Pinto.
La Colección ampelográfica de Pinto
En 1914, con la constitución de la Estación Ampelográfica Central de Madrid, se estableció en Pinto una de las colecciones de vid más importantes de España. Este banco tuvo su origen en otro, creado en 1893 por Víctor Cruz Manso de Zúñiga y Enrile en Haro (La Rioja). Se llamaba Estación de Viticultura y Enología de Haro y contaba con trece variedades de origen riojano. En 1914 este banco se trasladó a la localidad de Pinto donde Nicolás García de los Salmones fue director.
En Pinto se reunió material vegetal procedente de diversos centros pioneros, como Villava (Navarra), Valladolid e incorporaciones de material nacional y extranjero. En 1936, la colección de Pinto abarcaba 20 hectáreas con 2.119 variedades de vid, incluidas 1.736 especies de portainjertos e híbridos y 356 variedades de Vitis vinifera.
El trabajo en Pinto no solo se centró en la conservación, sino también en la experimentación con variedades locales y extranjeras, priorizando aquellas con mayor vigor y capacidad de adaptación. En 1940, bajo la dirección de Moisés Martínez-Zaporta, la colección se consolidó, incorporando ejemplares de las cuatro colecciones situadas en Haro, Villava, Valladolid y Arganda del Rey, reforzando el prestigio de Pinto como centro de referencia en ampelografía.
El traslado a “El Encín” y el legado perdido
A pesar de su relevancia, en 1950 se inició el traslado de la colección de Pinto a la finca “El Encín” en Alcalá de Henares, proceso liderado por Julián Trueba Aguirre. De las 1.763 especies originales de vid y portainjertos que había en Pinto, 1.504 fueron trasladadas, junto con 80 híbridos productores directos. Este traslado marcó el fin de la etapa ampelográfica en Pinto, pero el legado de su colección perdura como testimonio del esfuerzo por preservar la diversidad vitícola en España. Hoy, sobre los terrenos donde estuvo el banco de germoplasma pinteño se alza parte del polígono de la Estación, con naves, talleres y empresas como Bralo o Media Markt.
Un patrimonio olvidado que merece ser recordado
Hoy, Pinto guarda en su memoria este doble legado enológico: su papel como importante productor de vino durante siglos y su contribución científica como sede de una de las mayores colecciones de variedades de vid del país. Conservar esta historia es fundamental para reivindicar el valor de un municipio que no solo se ubicó “entre Pinto y Valdemoro” geográficamente, sino que también lo hizo entre la tradición y la innovación en el mundo de la vid.
¿Podría el pasado vitivinícola de Pinto inspirar un futuro que recupere parte de esta herencia? Es una pregunta que queda abierta, pero sin duda, la historia del municipio es un recordatorio del papel clave que ha jugado en el paisaje agrícola y cultural de España.
Muchas gracias Mario por poner en valor nuestra historia. Esto del vino, es un recordatorio importante para saber de dónde venimos. Eres el CRONISTA OFICIAL DE PINTO, están tardando nuestros gobernantes en hacerlo oficial. Un saludo