Aunque el Estado estaba obligado por el Concordato a sostener y dotar convenientemente sus templos y su culto, tan solo proporcionó alguna cantidad, siempre muy pequeña, para contener la ruina de la iglesia de Pinto. Pero ninguna fue suficiente para evitar el desastre del hundimiento de la portada.
El párroco de Pinto confirmaba en una carta publicada en prensa del hundimiento de la portada el 22 de febrero de 1921, y alertaba de que la caída de los botareles que sostenían la fachada podrían arrastrar con todo el edificio. Esto provocaba que los fieles no acudiesen a la iglesia ante el temor de una nueva desgracia. En su misiva el párroco pedía, entre el temor y la esperanza, «una limosna por el amor de Dios para la reparación de este templo, al que veo pronto convertido en ruinas, si la caridad no mueve los corazones cristianos«.
El 26 de junio de 1921 se celebró en el Teatro de Pinto un concierto-velada en beneficio de las obras de la Iglesia Parroquial de Pinto. En la velada el poeta local José Enrique Gippini recitó su poesía «Campanuca herida«, un nombre que probablemente haga referencia a una de las campanas dañadas por el impacto del rayo.
LA RESTAURACIÓN
Pronto comenzaron las obras de restauración. Una restauración que consistió en la demolición de su fachada principal y de un tramo de sus bóvedas, el más próximo a los pies de la iglesia, previo el apeo de todo el templo. Con la reconstrucción de dichos elementos se salvó el edificio de su total e inminente ruina. En el momento de la inauguración al culto, quedaban pendientes por reconstruir las bóvedas sobre el coro y la torre, a la espera de nuevos auxilios pecuniarios. La fachada se reconstruyó modernamente en un estilo sencillo con fábrica mixta de ladrillo y cajones de mampostería, siguiendo las líneas de la arquitectura toledana. Desgraciadamente, nada tenía que ver con la maravillosa portada que anteriormente lucía la Pequeña Catedral.
Durante la restauración, tanto el alcalde de Pinto, Manuel Mariño, como otras personas ilustres del pueblo, pusieron incondicionalmente a sus trabajadores y útiles de trabajo al servicio de la obra.
La dirección de la restauración estuvo a cargo del arquitecto diocesano don Miguel Durán y Lóriga y don Mauricio de Clerck fue el maestro a sus órdenes.
ASÍ FUE LA SOLEMNE APERTURA AL CULTO
La tarde del sábado 5 de mayo de 1923 se trasladó el Santísimo en procesión desde la iglesia de las Capuchinas a la parroquia de Pinto recorriendo casi todo el pueblo. En la plaza de la Constitución se cantó el Himno eucarístico. Asistieron al acto todas las autoridades, con su alcalde a la cabeza, don Manuel Mariño Suárez-Inclán, y dio escolta la Guardia Civil.
A las diez y cuarto de la mañana del domingo 6 de mayo llegó el venerable Prelado de Madrid y arzobispo de Valencia, doctor Melo y Alcalde, que fue recibido con gran entusiasmo por todo el vecindario. Entró en el templo restaurado bajo palio. Las personalidades del pueblo y de la Colonia Veraniega fueron las encargadas de llevar las varas. Con el señor obispo llegaron el secretario de cámara del Obispado, el canónigo señor Pradilla y el señor Olmedilla, maestro de ceremonias de la Catedral.
A las diez y media se celebró el acto de apertura al culto, con una misa de medio pontifical, que fue cantada magistralmente por un coro de más de 200 voces, formado por las alumnas de las Religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos y jóvenes de la localidad. Predicó don Benjamín de Arriba y Castro, secretario de cámara del Obispado, quien estuvo muy inspirado y fue oído con gran recogimiento y provecho.
Al finalizar la misa el señor obispo dirigió la palabra al pueblo, congregado en el templo en masa, mostrándose muy satisfecho al ver cuán grande era el entusiasmo de aquella feligresía por su templo parroquial. Alabó el concurso popular en la gran obra realizada.
Terminada la brillante ceremonia, el vecindario aclamó con entusiasmo al obispo, al párroco, al predicador y a las autoridades.
A las seis de la tarde se celebró la «procesión de la Virgen de Mayo«, según apunta la prensa. Imaginamos que se referirían a la Virgen de la Asunción, cuya imagen fue llevada en su carroza triunfal a la iglesia de las Capuchinas, donde se cantó una salve. A todas las solemnidades asistieron también las Marías del Sagrario de Pinto.
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